Jean-Jacques Rousseau, que simplemente
no las quería, afirmaba en 1762 que las grandes ciudades son las que exprimen
el Estado y causan sus pesadillas: "la riqueza que ellas crean es aparente
e ilusoria". Muchos le creyeron, pero al parecer el crecimiento de las
ciudades, que están hoy resurgiendo por todas partes, desafía todos los
intentos de limitarlo y es económicamente saludable y culturalmente benéfico
tanto en los países desarrollados como en los en desarrollo. Tal parece que en
siglo XXI la unidad más relevante de producción económica, organización social
y generación de conocimientos será la ciudad, tanto si son viejas como
recientes. Los estados nacionales seden terreno frente a las regiones y estas
frente a sus polos urbanos; y el patriotismo dogmático frente a la pluralidad y
lo cosmopolita.
El
aumento de la población no es por supuesto la misma cosa que el desarrollo
económico. La concentración de pobreza y problemas en las ciudades de Estados
Unidos, un país que avanza rápidamente en la era postindustrial, lo confirma.
De otro lado, las comunicaciones modernas disminuyeron la ventaja más obvia de
las ciudades cual es la proximidad física de sus habitantes. Pero el hecho es
que las ciudades no solamente están aumentando de población sino en importancia
económica. En los países en desarrollo participan de una cantidad cada vez
mayor del ingreso nacional, llegando a aumentar su participación a una rata el
doble de la de su aumento de población. Lima, que tiene un poco más del 25% de
la población del Perú, genera casi la mitad de los ingresos del país. Sao
Paulo, que tiene apenas el 10% de la población del Brasil, contribuye con casi
el 40% de sus ingresos. En las dos últimas décadas las ciudades se han visto
ayudadas por el cambio de la naturaleza de su actividad económica, como es
precisamente el caso de Bilbao. Y se han visto beneficiadas por el aumento en
el gasto a partir de 1980 generado por el aumento del turismo en las áreas
centrales de muchas ciudades, el que ya no se limita solamente a los cascos
históricos de las ciudades tradicionales, sino que busca nuevas experiencias en
nuevas ciudades como Las Vegas. Pero por encima de todo las ciudades se han
beneficiado de la expansión de la industria financiera mundial. Las finanzas y
sus actividades laterales son negocios propios de las ciudades, y
particularmente de tres de ellas: Tokio, Nueva York y Londres.
Por
otro lado, algunos piensan que en los países subdesarrollados las megaciudades
son un serio inconveniente para su desarrollo, ya que la agricultura, creen, es
su única solución posible y que las ciudades (contra toda evidencia) han
sobrevivido a su utilidad. Pero la realidad es que muchos países en desarrollo
han gastado una gran proporción de sus recursos en proveer a sus grandes
ciudades de comida barata y costosas infraestructuras para beneficiar a los
trabajadores al servicio del Estado, pero también pensando que el desarrollo
industrial en las ciudades es lo mejor para sus países. Otras críticas que se
hacen a las ciudades es que son muy costosas, que incrementan el desempleo y el
crimen y que desperdician enormes cantidades de dinero. Sin embargo Nueva York,
que hace poco más de una década era la ciudad más peligrosa de las grandes
ciudades de Estados Unidos hoy es la más segura. Y lo mismo paso con Nueva
Orleans, y, entre nosotros, con Bogotá que, a partir de las medidas al respecto
tomadas por Mockus hace seis años, no solo disminuye su inseguridad, sino que
(al parecer independientemente de todo esto) mueve al menos la mitad de la
economía del país. Por eso se vende allí más de la mitad de la gasolina y por
eso la guerrilla no la afecta directamente pues es solo una cuestión de oferta
de trabajo, de buen trabajo para los desplazados por la violencia o los que
buscaban mejores condiciones de vida y ese "aire de la ciudad que hace que
la gente sea libre" como ya se sabia en la Edad Media. En el campo,
pueblos y veredas, los desempleados y los románticos son reclutados por la
"subversión" muchas veces a la fuerza. Parece que este país no
supiera lo que le debe a sus ciudades (¡y a Profamilia!) y eso que no son del
todo ciudades.
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