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Ciudades de novela. 30.12.1999


Aquí comienzan con la Bogotá de Sin remedio. Hasta Antonio Caballero la literatura era, como la violencia, campesina. De María  a Cien años de soledad  pasando por La Vorágine. Es como si no hubiera ciudades. Las crónicas lo fueron de la Conquista y en la Colonia lo que no había era literatura. Solo Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada de las Indias Occidentales del Mar Océano y fundación de la ciudad de Santa  Fe de Bogotá primera de este Reino donde se fundo la Real Audiencia y Cancillería y siendo la cabeza se hizo Arzobispado, de Juan Rodríguez Freile. Algo se vislumbra de la Cartagena colonial en Del amor y otros demonios  de García Márquez; de Cali en Que viva la música  de Andrés Caicedo, Bomba Camará  de Humberto Valverde o La ceremonia de la soledad  de Fernando Cruz Kronfly, y de Medellín en La Virgen de los sicarios  de Fernando Vallejo.                                                                                                                                          
          Las ciudades de las novelas están, pues, afuera. Lubeck en El Rodaballo  de Günter Gras mucho antes del Nobel. Alejandría es El Cuarteto...  de Lawrence Durrell, El Cairo El callejón de los milagros  de Naguib Mahfous y Salvador Tereza Batista cansada de guerra  de Jorge Amado. ¿Como poseer Granada sino con El manuscrito carmesí  de Antonio Gala y por supuesto Los cuentos...de Washington Irving ? La Romana  de Alberto Moravia lleva también a Roma. Tánger es una pero Déjala que caiga  con Paul Bowles (que acaba de morir allí) para que veas. Las cenizas de Angela  de Frank McCourt mostraron Limerick a principios del siglo y su nuevo libro la Nueva York de mediados. La ciudad y los perros  de Mario Vargas Llosa ladra a Lima y El santo oficio de la memoria  de Mempo Giardaneli se aplica a la Buenos Aires de hace cien años. De La Habana viene cargado Alejo Carpentier con El siglo de las luces. Pocos quedan que conocieron esa Córdoba lejana y sola de Federico García Lorca en el Romancero gitano , pero La piel del tambor  de Arturo Pérez-Reverte es la Sevilla de hoy. Se supo de la Praga del Imperio Soviético (y de su inminente derrumbe) por La broma  de Milan Kundera. La Dublín de James Joyce es la del Retrato del artista adolescente  y Bombay la de El  último suspiro del moro  de Salman Rushdie o mejor El suelo bajo sus pies. La Historia del cerco de Lisboa  permite tocarla y Ensayo sobre la ceguera, ambas de José Saramago, verla. París era una fiesta  para Hemingway pero diferente a la de Proust En busca del tiempo perdido  y no tenia ya El perfume  de Patrick Súskind. Tenochtitlán y Cuzco en la tetralogía de El Corazón verde  de Salvador de Madarriaga pero México en Noticias del Imperio  de Fernando del Paso. ¿Tendrá el DF novela? Las ciudades  de Italo Calvino son invisibles  y Macondo, o Comala de Juan Rulfo, maravillosos pueblos que no existen. Voltaire en Nueva York  de José Ferrater Mora no trata de Nueva York ni de Voltaire.
          ¿Pero cual otro el escenario de La cita  de Jorge Guillermo Silva sino una ciudad olímpica?  "Fue hace 18 años, bajando de madrugada esa rambla que nunca fue árabe, y que hoy miro desde su amplio ventanal desolado y solo, cuando lo vimos de repente, unidos por el frío y la pasión, y le prometí enamorado que un día no lejano (o una noche, una noche en que la luna acabara de elevarse llena y grande en los cielos turbulentos y esparciera su luz blanca de tungsteno por la calle) la llevaría casada a ese esplendoroso y blanco hotel modern style  para gozar allí sus mejillas, sus sienes y sus manos adoradas. Olvidaba que la noche anterior, muy lejos, aun en Marienbad, en ese verano eterno de allá lleno de murmullos, de perfumes y de músicas de alas, cuando las plantas exhalan sus más suaves y misteriosos aromas y en el fondo del valle arden en la sombra negra y húmeda luciérnagas fantásticas, ella, a mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda, muda y pálida, pregunto de pronto por qué Cabrera Infante, como si un presentimiento de amarguras infinitas hasta el más secreto fondo de sus fibras la agitara, mientras yo, ausente (preparaba una disertación (que también fue un fracaso) para un encuentro sobre poesía colombiana en Barcelona) trataba en vano de memorizar el famoso nocturno separado de ella por el tiempo y la distancia y el recuerdo de Efraín que mi mente atormentaba."

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