Por todo Cali hay montones de casas y
edificios desocupados; algunos muy importantes como el Palacio Nacional frente
a la Plaza de Caicedo proyectado entre 1924 y 1926 por el arquitecto belga Joseph
Martens, contratado como consultor del Ministerio de Obras Publicas, e
inaugurado en 1933. Su diseño continuaba el lenguaje del Edificio Otero, cuyo
tercer piso también esta desocupado, proyectado en 1922 por los arquitectos e
ingenieros Rafael Borrero y Francisco Ospina, y terminado en 1924; sería el
primero de importancia en Cali construido en hormigón armado, y el primero que
alteró el entorno de la colonial Plaza Mayor de la ciudad, en ese momento ya
Plaza de Caicedo, compitiendo con sus tres pisos con la mismísima catedral de
San Pedro. Desocupados están también las estupendas instalaciones de la
Licorera del Valle y de Gillette, ambas en la Cr. 1ª, y los amplísimos talleres
de Emcali en la Cr. 8ª con la (mal) llamada Autopista Suroriental, y tres
buenos y recientes edificios del arquitecto Marco Rincón, uno en el centro,
otro en Versalles y el otro en la Cl. 25 con Cr. 15.
Y no son pocos los
abandonados, muy importantes algunos como las bodegas del ferrocarril en la Cl.
25, que se restauraron para convertirlas a renglón seguido en improvisada
cárcel y ahora simplemente dejarlas tiradas. La casa que dicen de Jorge Isaacs
en el Peñón (allí solo estuvo la hoy desaparecida casa de un piso de la
hacienda El Peñón, propiedad de su padre), cuyo estupendo gran jardín posterior
fue talado para nada. El hotel de la Universidad del Valle en la Av. 6ª, casi
terminado, del arquitecto Rodrigo Tascón, que se podría utilizar parcialmente
al menos. Los edificios en buen estado que compro el Municipio con dinero de
los contribuyentes en la llamada Manzana T prima, la que desalojó
precipitadamente para dejarlos desocupados. La sucursal del Banco de Colombia
en la Cr.1ª , del arquitecto Juan Carlos Rojas, que al parecer sólo sirvió para
que le dieran un premio.
Incluso abundan los
desmantelados o en proceso de serlo que mas parecen víctimas de los
narcoterroristas de las Farc, como es el caso de esa bonita casa en el Peñón,
debajo de la Av. Belalcazar, en uno de los sitios mas bellos y recogidos de
Cali, y que estaba en buen estado, o la muy fea de la Av. Colombia al final de
la Calle de la Escopeta, en uno de los sitios más visibles de la ciudad.
Casi
todos los edificios en Cali están tugurizados y muchos lo están en grado
extremo como loas instalaciones para los vendedores ambulantes en la Cr. 10,
del arquitecto Jaime Gutiérrez, que han adquirido una imagen como de “Las
ciudades invisibles” de Italo Calvino. Las muy buenas galerías de mercado de
Santa Elena, de Jaime Perea, quien había trabajado con Félix Candela en México,
mucho, y Siloé, de Elly Burckhardt, menos. El Hospital Universitario del Valle
construido entre 1940 y 1956, diseñado por el ingeniero Vicente Caldas para la
firma de Guillermo Garrido Tovar, quien contó con la colaboración del
arquitecto Hernando Vargas Rubiano. Tambien la Clínica de Occidente, de 1950,
proyecto de Vargas Rubiano para la firma de Garrido Tovar, que en varios
aspectos sigue a menor escala la lógica aplicada al Hospital. ¿Y que tal el
aeropuerto? lo propio habría sido llamar al arquitecto Julián Guerrero, su
autor, para hacerle las reformas necesarias, cosa que tampoco se hizo en esta
oportunidad con lo que poco a poco se ha vuelto una colcha de retazos.
Todos estos edificios
desocupados, abandonados, desmantelados o tugurizados afectan negativamente el
espacio público que conforman en la ciudad (ese que se quiere ahora dizque
rescatar con los paraderos de los buses articulados, los que por lo contrario
deberían ser lo mas discretos posible, como los de Quito…o París), y por lo
tanto la calidad de vida en Cali, pero nuestros ojos no los ven por que
nuestras almas nada esperan; por eso aplaudimos las promesas que nos hacen y
los medios repiten acríticamente, mientras ignoramos las raras realidades
reales que nos tocan. Y muchos ni siquiera aceptan que se hable de ello;
prefieren seguir engañados.
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