A la memoria de Roda
El
arquitecto español Rafael Moneo, premio Pritzker, dice que el destino de los
edificios es cambiar; verdad de a puño que Juan Antonio Roda entendía
perfectamente: su bella casa en Suba, en la que intervinieron varios
importantes arquitectos, tuvo muchos y permanentes cambios con y sin ellos.
Prácticamente todos
los grandes monumentos premodernos se acabaron después de la muerte de sus
arquitectos, muchos los tuvieron varios y por supuesto todos han sido
modificados. Lo que es intolerable es que otros lo hagan cuando sus autores
todavía están activos, como parece ser el caso del Museo Brasileño de
Escultura, de Paulo Mendes da Rocha, arquitecto ganador de la segunda edición
de Premio Mies van der Rohe de Arquitectura Latinoamericana. O como el
necesario refuerzo sismorresistente de la terminal de buses y el aeropuerto de
Cali llevado a cabo sin contar para nada con sus arquitectos respectivos.
En
el Museo de Arte Moderno de Bogotá, Mambo como lo llaman ahora, se ocultaron
sus paredes de ladrillo visto y concreto abujardado con desafortunados paneles
de yeso para que sus salas quedaran blancas como siempre quisieron sus
curadores. Lo desconcertante fue que su directora salió a decir que el edificio
estaba sin pañetar por que no habían tenido dinero para hacerlo cuando lo
construyeron. Por supuesto la solución hubiera sido poner más paneles movibles
pero lo que querían era "desaparecer" la arquitectura de Rogelio
Salmona, mas emocionante que mucho de lo que allí se expone.
El problema desde luego no es solo de respeto con los
autores de los edificios. Lo es sobre todo de acierto en sus necesarias
modificaciones funcionales y constructivas, de tal manera que no se afecten
negativamente sus formas. Parafraseando a Emerson, no se puede sacrificar su
seguridad y buen uso para mantener a toda costa lo que de arte contengan. Pero
es más: las nuevas generaciones tienen el derecho a "actualizar" sus
formas y de hecho así se ha hecho innumerables veces en la historia de la
arquitectura y sobre todo en la de los espacios urbanos. Por ejemplo la conformación
a lo largo de ocho siglos de la plaza de San Marcos en Venecia, o el Palacio de
Versalles que solo se terminó después de la Primera Guerra Mundial y en el que
intervinieron grandes arquitectos que se corrigieron unos a otros.
La
arquitectura es arte pero no solo arte, como justamente ha dicho Salmona. Por
eso es tan comprometedor hacerla ...y cambiarla. Y aun mas la ciudad. Son
enormes las inversiones, personas y tiempo afectados. Es lo que no entienden
los que alaban las obras de los Juegos Panamericanos de Cali pese a que se
demolieron muchos de sus edificios mas significativos y se desmembró su casco
tradicional con un plan vial que pensaba las ampliaciones viales como un
instrumento renovador, borrando en cuatro años lo conformado en cuatro siglos;
acabar con el resto de la ciudad tradicional tomó cuatro décadas mas. La enorme
importancia y magnitud de este crimen histórico -sin castigo aún- es evidente
pues lo que quedó es todavía lo mejor de Cali.
Pero el sino de
edificios y ciudades no es un problema solo de especialistas: incumbe o debería
incumbir a todos los ciudadanos, como la política, que tiene el mismo origen de
polis, ciudad, como también bien lo entendía Roda que era un pintor culto
además de bueno.
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