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El sino de los edificios. 19.06.2003


A la memoria de Roda
          El arquitecto español Rafael Moneo, premio Pritzker, dice que el destino de los edificios es cambiar; verdad de a puño que Juan Antonio Roda entendía perfectamente: su bella casa en Suba, en la que intervinieron varios importantes arquitectos, tuvo muchos y permanentes cambios con y sin ellos.
Prácticamente todos los grandes monumentos premodernos se acabaron después de la muerte de sus arquitectos, muchos los tuvieron varios y por supuesto todos han sido modificados. Lo que es intolerable es que otros lo hagan cuando sus autores todavía están activos, como parece ser el caso del Museo Brasileño de Escultura, de Paulo Mendes da Rocha, arquitecto ganador de la segunda edición de Premio Mies van der Rohe de Arquitectura Latinoamericana. O como el necesario refuerzo sismorresistente de la terminal de buses y el aeropuerto de Cali llevado a cabo sin contar para nada con sus arquitectos respectivos.
          En el Museo de Arte Moderno de Bogotá, Mambo como lo llaman ahora, se ocultaron sus paredes de ladrillo visto y concreto abujardado con desafortunados paneles de yeso para que sus salas quedaran blancas como siempre quisieron sus curadores. Lo desconcertante fue que su directora salió a decir que el edificio estaba sin pañetar por que no habían tenido dinero para hacerlo cuando lo construyeron. Por supuesto la solución hubiera sido poner más paneles movibles pero lo que querían era "desaparecer" la arquitectura de Rogelio Salmona, mas emocionante que mucho de lo que allí se expone.
          El problema desde luego no es solo de respeto con los autores de los edificios. Lo es sobre todo de acierto en sus necesarias modificaciones funcionales y constructivas, de tal manera que no se afecten negativamente sus formas. Parafraseando a Emerson, no se puede sacrificar su seguridad y buen uso para mantener a toda costa lo que de arte contengan. Pero es más: las nuevas generaciones tienen el derecho a "actualizar" sus formas y de hecho así se ha hecho innumerables veces en la historia de la arquitectura y sobre todo en la de los espacios urbanos. Por ejemplo la conformación a lo largo de ocho siglos de la plaza de San Marcos en Venecia, o el Palacio de Versalles que solo se terminó después de la Primera Guerra Mundial y en el que intervinieron grandes arquitectos que se corrigieron unos a otros.
          La arquitectura es arte pero no solo arte, como justamente ha dicho Salmona. Por eso es tan comprometedor hacerla ...y cambiarla. Y aun mas la ciudad. Son enormes las inversiones, personas y tiempo afectados. Es lo que no entienden los que alaban las obras de los Juegos Panamericanos de Cali pese a que se demolieron muchos de sus edificios mas significativos y se desmembró su casco tradicional con un plan vial que pensaba las ampliaciones viales como un instrumento renovador, borrando en cuatro años lo conformado en cuatro siglos; acabar con el resto de la ciudad tradicional tomó cuatro décadas mas. La enorme importancia y magnitud de este crimen histórico -sin castigo aún- es evidente pues lo que quedó es todavía lo mejor de Cali.
Pero el sino de edificios y ciudades no es un problema solo de especialistas: incumbe o debería incumbir a todos los ciudadanos, como la política, que tiene el mismo origen de polis, ciudad, como también bien lo entendía Roda que era un pintor culto además de bueno.
         

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