Nos costó mas del doble, se demoró tres
veces mas y ya se está derrumbando. Su trazado es como el de una “montaña rusa”
de una ciudad de hierro y no el de una autopista urbana. Sus curvas y
pendientes interrumpidas de repente por absurdos semáforos intempestivos, lo
demuestra, y sobre todo esa sinuosidad exasperante y antitécnica que resultó de
hacerle el “quite” a muchos predios, para evitar comprarlos, o a simples torres
de la energía pues a última hora se descubrió la dificultad y costo de su
relocalización. Los empalmes son una vergüenza y se arremetió contra el cerro
de una manera burda; ese cerro que con cada invierno cobrará poco a poco las
afrentas que se le hicieron, agravadas por la falta del canal interceptor que
no se hizo.
Su
impacto ambiental, cuyo papeleo con toda seguridad está aprobado y si no lo
está no importa, a nadie le interesó de verdad, como suele suceder en este país
mas preocupado por las apariencias que por las realidades. En las sucesivas
alcaldías durante las cuales se adelantó la obra, a nadie le importó la
descomunal y fea huella que dejaba en el cerro ni mucho menos lo que ocurriría
con los barrios que atraviesa. Ningún caso se les hizo a las protestas de los
vecinos del sector, pese a que reclamaban su derecho a que no les pasaran una
vía de esa importancia directamente enfrente de sus ventanas, garajes y
narices. De nuevo pensamos que las vías son solo para los carros (y eso) y no
también que estructuran la ciudad, afectan la calidad de vida de sus
vecindarios y alteran su paisaje.
Afortunadamente
el transito por ahí todavía es escaso. Aparte de los que van a estacionarse en
el nuevo “mirador” que espontáneamente surgió, y que a los diseñadores de la
vía no se les ocurrió hacerlo pese a que era evidente, no son muchos los que se
aventuran por ella. Se necesitan vehículos potentes y en perfecto estado, que
no son, precisamente, la mayoría en Cali. Y saber manejar de verdad y no
solamente echar “p’alante” y pitar por todo y para todo. No se conoce de
accidentes aun, pues su indudable peligro hace que se tenga que estar siempre
alerta, y a que en esa lejanía nadie se entera si no comportan muerto, pero
cuando aumente el transito por ella y los vecinos hayan acabado de quitar los
ruidosos “reductores” de velocidad, inútiles por exagerados, ya los habrá. Sin
embargo serán atribuidos, como siempre, a “excesos de velocidad” que se
establecen a priori y nunca se comprueban, o de alcohol, lo que siempre se da
por descontado en los accidentes de transito de los fines de semana, pero jamás
a su trazado asesino.
Como dignos testigos de la decadencia
de Cali, permanecen intactas las viejas Avenidas de Circunvalación y
Belalcazar, correctamente diseñadas y construidas junto con otras obras para la
celebración en 1937 del IV Centenario de la fundación de la ciudad (se postergó
un año, por razones presupuestales), cuando las obras públicas eran las mejor
hechas, y previas a los ensanches y urbanizaciones y no como ahora que
destrozan lo que ya existe. Por supuesto que buena parte de nuestra decadencia
se debe a nuestra ignorancia y aversión a la crítica. Por eso se llamó en la
prensa “magnifica avenida” a este remedo de autopista urbana, pero sin la mas
mínima ironía y ni siquiera humor, cuando se inauguró antes de que se
terminara, que es como se usa aquí.
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