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Elogio del patio. 17.05.2001


A Rogelio Salmona
          
Con la aparición de las ciudades, hace varios milenios en Asia, se cambió la eficacia de cilindros y conos para contener espacios habitables, agrupados en pequeñas aldeas, por paralelepípedos rectangulares que se acomodaban mejor dentro de sus densos recintos amurallados, formando sus manzanas y calles. Entonces se descubrieron esas plazas y patios maravillosos, regalos del cielo, al decir de los viejos chinos, y pequeños mundos que desde aquella remota época permiten ver el infinito y aislarse del infierno, que como se ha dicho y repetido y se sabe son los demás.
          Hay patios en casi todas las culturas y épocas. Al Occidente pasaron a través de Egipto y Grecia, se consolidaron con los atrios romanos y tuvieron su esplendor en los claustros medievales. En Andalucía los moros, viniendo del desierto, los llenaron de agua y vegetación. Los Mayas habían ya abierto sus esquinas a más patios. En algunos conventos mexicanos los arcos finales avanzan hasta el muro de la galería y de donde se cruzan cuelgan los extremos de unos arcos, iguales a los intermedios, formando insólitas esquinas sin soporte, antecesoras coloniales de las postmodernas de la Casa de Huéspedes Ilustres en Cartagena. Pedro Machuca, en Granada, sorpresivamente construyó uno circular, forma que, sin la galería, logró nuevas y diferentes emociones en el Archivo General de la Nación en Bogotá.
          Nuestra construcción tradicional, como muchas otras, es de claustros y patios; cerrados en ciudades y pueblos y abiertos en haciendas y casas campesinas, en los que dos y hasta tres de sus lados son muros de tapias o bajos vallados de piedra e incluso simples cercas de guadua. Y lo mejor de la arquitectura actual tambien, sobre todo algunas casas memorables por sus patios y terrazas, en contra de lo que piensan los que creen que ser actual es cambiar lo tradicional por las imágenes de moda de las revistas. No entienden que casi siempre solo es posible y deseable la recreación de lo existente y que muy rara vez hay o se necesitan verdaderas innovaciones.
          Mientras las leyes físicas que regulan la construcción de espacios en el pla­neta y las características biológicas del hombre, que determinan su uso y apreciación, no cambien, solo son viables las plantas central y a naves, tan estudiadas por Noel Cruz, que corresponden a las dos únicas maneras de generar sólidos en la geometría clásica; y por supuesto sus muchas variaciones y combinaciones, entre ellas, la más importante: los patios. Formados por naves independientes (como casi siempre en las haciendas) o por una sola que se acoda varias veces cerrando el perímetro (como en los claustros), en ade­lante sólo ha sido posible una verdadera creatividad como se ve en la innumerable y variada arquitectura de patios que existe.
          Le Corbusier, en otra más de sus seductoras propuestas, pensó que con unidades verticales de vivienda era posible no solo aumentar la densidad y liberar áreas verdes sino cambiar los patios de los horizontales barrios tradicionales por balcones de doble altura de apartamentos que así, en lugar del firmamento, podrían mirar sencillamente, como en el campo, el mas mundano paisaje circundante. Idea que desarrolló Alvar Aalto retranqueándolos a lo largo de una curva que recorre la vista, y que aquí se concretó en los apartamentos del Polo y de manera espectacular pero única en las Torres del Parque, proyectos ambos en Bogotá.
          Pero los especuladores inmobiliarios y la insensibilidad de sus compradores nos llenaron de sosos edificios que no forman calles ni dejan zonas verdes, y que se espían unos a otros sin cielos ni pequeños mundos ni paisajes; solo culatas e infiernos por todos lados de los que hay que aislarse cerrando balcones, si los hay, y poniendo cortinas para no ser vistos. Muchos en Cali cambiaron sus casas de frescos patios tropicales por mezquinos apartamentos, aduciendo problemas de mantenimiento y seguridad, que no solucionaron, pero perdiendo su intimidad y sin garantías de conservar unas vistas que pagaron caro. Eso si, con aire acondicionado y TV para admirar las bellas y amables ciudades de manzanas, calles, plazas y patios del mundo.

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