El debate sobre el gusto en el país, y
en Cali en particular, es inaplazable. La mayoría de las veces lo que tiene que
ver con la belleza (o no) se reduce sencillamente a la expresión de un nada
simple mal gusto que con frecuencia causa mala calidad de vida e incluso lleva
a la violencia. Es hora de mirar la ciudad desde la perspectiva de la estética
de sus espacios públicos y sus edificios, pero también la de sus costumbres,
usos y gentes.
Posiblemente
el hombre, el único animal autoconsciente, comparta con muchos otros el gusto,
pero no así el arte y la ciencia. Muchas de sus decisiones, a excepción de las
artísticas o científicas (y eso, pues los matemáticos, por ejemplo, piensan que
una solución "bella" tiende a ser correcta) están determinadas en
buena parte por el gusto; cuantos no escogemos las cosas por el empaque: desde
las mujeres y hombres hasta los remedios y los carros. Detrás de las
vestimentas (muchas son solo son disfraces) la música, las lecturas, la comida,
las costumbres, las casas, los muebles y adornos y las ciudades está agazapado
el gusto de los ciudadanos.
Afirmar
que entre gustos no hay disgustos es una solemne bobería que esconde nuestro
individualismo y nuestra ignorancia. En nuestras ciudades toca soportar el
gusto de los demás en lugar de aprender a respetarlo para entender por que hay
que compartir un gusto urbano neutro y común. Algunos no podemos soportar 24
horas seguidas de vallenatos, para peor de males alternados con música de
carrilera, a todo volumen, con los que un vecino se pone en ambiente de feria
cualquier día olvidando que ésta lo es en la medida en que sea colectiva y
tradicional. Pero ¿sería diferente si fueran las partitas y sonatas para violín
sin acompañamiento de Bach? Se sabe de alguien que las pone para que las
visitas aburridoras se marchen pronto. Es infalible.
Así
las cosas ¿al gusto de quien deben obedecer los espacios y edificios públicos? ¿Será
que las fachadas de las casas, en la medida en que conforman las calles, que
son públicas, tienen que responder al gusto público y no solo al de sus
propietarios? ¿Cual es el gusto oficial? ¿Un Alcalde puede pintarrajear los
puentes de nuestra ciudad con los colores de su equipo de fútbol favorito, como
efectivamente lo hizo alguno? ¿El gerente de un hotel puede hacer lo propio,
como alguno efectivamente lo hizo? Como se ve, hay muchas preguntas y
muchísimas respuestas y nuevas preguntas. Lo que es extraño es que a la mayoría
de la gente no le gusta la discusión del gusto: entre gustos no hay disgustos,
repiten; pero no pasa de ser una más de las muchas mentiras que nos echamos
todos los días en este país.
El hecho de que la aparición del homo sapiens, que camina
erguido y puede afirmar cosas con su lenguaje, coincida con la del arte es
asunto grueso. Se piensa que este "accidente" en el proceso del
conocimiento (los animales conocen y aprenden) permitió que estos nuevos seres
vieran el mundo de una manera diferente. Cambio este que explicaría el éxito de
la especie, que dejó atrás otros homínidos, y su predominio en la tierra.
Pero
¿como juega el gusto en el arte? ¿Como conciliar la libertad vital y el
individualismo imprescindible del arte cuando este se realiza en los espacios
públicos, como pasa con la arquitectura? Es posible educar las sensaciones y
percepciones de lo estético para que las personas que deciden la estética de la
ciudad sean más prudentes y se asesoren mejor. A diferencia de lo que pasa
aquí, en los países civilizados los edificios y espacios públicos son
proyectados por arquitectos de reconocido prestigio o mediante concursos
internacionales, y dados a conocer ampliamente a la opinión pública con
suficiente anticipación para poder tener en cuenta sus críticas. Igual se hace
cuando se trata de modificar los existentes por la razón que sea. Además, desde
hace años es política de esos países eliminar poco a poco las propagandas de
sus ciudades y carreteras pues, además de que tapan el paisaje, no se debe usar
lo público para vender gustos particulares. Comencemos, pues, por debatir si es
cierto que entre gustos si hay disgustos. Vale la pena hacerlo. Hágalo, si
gusta, aquí, en El País o en www.caliescali.com
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