El Cam es un edificio innecesariamente
alto, además, inconvenientemente alto. Es muy vulnerable y difícil de evacuar;
e incomodo de usar, considerando que es un edificio público que depende de sus
ascensores. Como lo demostró una de las propuestas del concurso que se hizo
para su diseño, hubiera podido tener solo cuatro pisos extendidos en el inmenso
terreno de que se disponía. Y por supuesto habría podido incluir el edificio
del Batallón Pichincha. Pero, está claro, de lo que se trataba era de hacer una
torre, eliminar el viejo cuartel y hacer una zona verde en donde había ciudad.
El
palacio de San Francisco tenia cara de gobernación; el de ahora no pasa de ser
una anodina torre de oficinas, pero torre. Muy incomoda de usar por sus
insuficientes ascensores y tan de difícil evacuación, en razón de que es alta,
que se tuvieron que improvisar dudosas escaleras en sus costados.
Innecesariamente alta, pues se disponía de suficiente terreno para hacer un
edificio mucho más bajo y detrás del palacio, sobre todo si se hubiera
conservado la plazuela preexistente que daba escala a San Francisco, la Torre
Mudéjar y a la Gobernación misma. Pero, claro está, se trataba de hacer una
torre y eliminar el viejo edificio.
Como
pasa en este país, en donde los ciudadanos suelen retar al Estado, un
particular de provincia quería que su símbolo fuera más importante que estos
nuevos símbolos de la ciudad, y levantó la que llegaría a llamarse la Torre de
Cali. Sin necesidad, uno de los edificios más altos de Colombia y una de las
estructuras en concreto reforzado más altas del mundo. Típico tercermundismo;
por eso terminaron sus fachadas cerradas siendo, como si fueran culatas,
soporte de las que iban a ser las dos vallas mas grandes del mundo. Años antes
otro particular, haciendo lo propio, levantó la Torre Aristi, en su momento el
edificio de apartamentos más alto de la ciudad, cuando todavía aquí todo el
mundo vivía en casas. Y varios bancos y empresas hicieron lo mismo, siguiendo,
casi un siglo después, por moda, lo que en Chicago y Nueva York fue, en parte, una necesidad.
Los
rascacielos fueron posibles por el desarrollo técnico de estructuras de
pórticos de acero y un nuevo invento norteamericano: el ascensor del señor
Otis. Louis Sullivan, el primer gran teórico de su diseño, los entendió
acertadamente en su The Tall Ofifce Building Artistical Considered, de 1896, como algo fundamentalmente diferente
de cualquier cosa hecha antes. Muchos arquitectos se sintieron tentados
imprudentemente. Incluso Frank Lloyd Wrigth concibió en 1956 el más alto jamás pensado: el Illinois
"Mile High", con sus 1600 metros, casi cuatro veces mas alto que las
torres que el terrorismo acaba de cobrar en ese acto demencial que no solo fue
contra Estados Unidos y el capitalismo, sino contra la arquitectura y las
ciudades.
Las
torres en Cali no solo dañaron su viejo centro: se encuentran por todas partes,
construidas para lavar dólares, destruyendo además de sus barrios tradicionales
tambien los nuevos e incluso bellos remansos de verde como el campo de golf del
Club Campestre. Para no hablar de las dos torres de 50 pisos que se proyectaron
en el sur de la ciudad. Pero lo más grave es que tampoco son tantas como para
que haya aumentado significativamente la densidad de la ciudad, evitando su
extensión, pues ésta sigue siendo un asentamiento de casas de uno y dos pisos
que además se extiende, innecesariamente, para que los terratenientes que la
rodean puedan cambiar el precio de sus tierras de uno rural a uno urbano varias
veces más alto.
Y
hay que ver el despropósito que son las pequeñas y ridículas "torres"
levantadas por la codicia y la moda en los pequeños pueblos y ciudades pequeñas
del Valle, para peor de males entre medianeras y dejando horrorosas culatas. No
son por supuesto tan peligrosas ni incomodas de usar. Pero, mucho peor,
destruyeron sus bellos perfiles, en los que solo se destacaban las iglesias, y
se robaron la intimidad de sus casas de patios tradicionales a los que solo se
podían asomar los pájaros del cielo y los árboles vecinos.
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