Fue estremecedor y doloroso ver
derrumbarse una tras otra las Torres Gemelas de Nueva York. Nada justifica este
espantoso atentado que, horroriza y da profunda tristeza, algunos celebran.
Nada, nada, justifica ningún tipo de terrorismo. La única diferencia entre lo
de Nueva York y los pueblos destruidos con cilindros de gas por las Farc es la
cantidad de muertos, el monto del daño económico y el tamaño de los edificios.
Y su soberbia. La soberbia de su arquitectura. Desde que hubo arquitectura hubo
locos que quemaron y destruyeron grandes monumentos. La gran biblioteca de
Alejandría fue incendiada por los soldados victoriosos de Cesar y el Templo de
Diana en Efeso, una de las siete maravillas del mundo, por Eróstrato que quería
ser conocido y famoso. Hitler, destruido su sueño imperial, quiso destruir
totalmente París, es decir, sus monumentos, que sólo se salvaron pues su
belleza y carácter de patrimonio de todos hicieron que el oficial encargado
finalmente no diera la orden de volarlos.
Y
están las guerras. Los alemanes casi destruyen Londres, y Varsovia hubo de ser
reconstruida piedra por piedra. Los ingleses y norteamericanos acabaron con
Berlín y otras ciudades alemanas. Y después Hiroshima y Nagasaki. Los Aqueos
destruyeron Troya; no quedó ni su gran caballo de madera. Cortés acabó con
Tenochtitlán y Pizarro con el Cuzco. DELENDA
EST CARTHAGO clamaba Catón. Guernica.
Lo
de Estados Unidos, que comenzó en la mañana del martes pasado, nos atañe a
todos, mucho se hablará de ello y traerá muchas consecuencias por mucho tiempo;
de todo orden y en todo el mundo; y por supuesto reflexiones urbanas y
arquitectónicas.
¿Cómo será Nueva York sin sus torres?
Cómo se reconstruirá esta parte del bajo Manhattan, pues además de los
edificios que cayeron habrá que demoler otros. ¿Cómo se orientará uno ahora
allí? ¿Tendrán un nuevo auge los suburbios? ¿Crecerá aun mas la población en la
frontera mexicana? ¿Insistirán en Chicago en levantar el edificio más alto del
mundo, ahora en Kuala Lumpur, pues la Torre Sears pasó al segundo lugar?
¿Insistirán en Shanghai con el suyo? ¿y el de Jakarta? ¿y el de Yokohama? todos
ya proyectados. ¿Por que se levantan torres?
Desde los zigurats mesopotámicos, se levantaron para buscar
a Dios. Después, como en San Giminiano, Bolonia o Siena, para mostrar el poder
de los poderosos. Mas tarde campanarios y alminares se construyeron para llamar
a los fieles desde lo alto. Y las altísimas naves de las catedrales góticas
coronadas por magnificas torres y esbeltas flechas, que con frecuencia se
cayeron, fueron levantadas para que, en palabras de Christian Norberg-Schulz,
Dios se acercara al hombre. Pero hoy, los edificios innecesariamente altos solo
se explican, como la Torre de Babel, por la codicia y la soberbia.
Solo
son altos para llamarlos torres y tratar de emular a los países ricos o ganarle
en altura a ciudades más importantes: para complacer la soberbia de sus
gestores. La Torre Echeverri, como se llamó inicialmente, se construyó hace
unos 25 años en Cali. Con 45 pisos, tiene apenas ocho menos que la más alta de
Europa, en Francfort, pero muchos mas que los que necesitaba el edifico de
apartamentos que era. Este malhadado edificio, al que los caleños con tonto
orgullo cambiaron su nombre por el de Torre de Cali, hizo exclamar al famoso
arquitecto suizo Mario Botta ¿Pero, por qué? Y por supuesto no sabía que habría
de ser víctima, tambien, del terrorismo criollo. Su construcción quebró al
poderoso grupo cafetero que lo construyó. Sus apartamentos iniciales se
quedaron sin ocupar por años lo mismo que las oficinas que los reemplazaron, y
finalmente se improvisó un hotel en parte de él.
Hay
que aprender la lección: el terrorismo no ha terminado y mucho menos los
terremotos y los incendios. Tenemos que preocuparnos más por la seguridad de
los edificios. No acumular tanta gente y actividades en torres innecesariamente
altas y por lo tanto muy vulnerables y provocadoras. Hay que volver a los
perfiles corridos de la ciudad tradicional.
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