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Los días con ciudad. 14.02.2002


Lo importante de los "días sin carro" es que los ciudadanos comienzan a tomar conciencia de que se deberían repetir con mas frecuencia... todos los días, por ejemplo. Primero fue el silencio, al menos en San Antonio. Sin tantos carros se pudo ver algo la ciudad. Pese a su feura es de lejos mejor que con las calles repletas de carros ruidosos y agresivos que no solo tapan los basamentos de los edificios sino que no permiten a los peatones mirar nada diferente a ellos. Sin tener que esquivarlos, fue posible mirarla pese a la publicidad que ha invadido sus espacios públicos (la normal y la de los politiqueros en campaña con sus pasacalles grotescos, que son la razón primera para no votar por ellos), el desorden vergonzoso y contaminante de sus buses, busetas y camperos de transporte público y los montones inverosímiles de taxis desocupados. Fue un día con ciudad.
          En el Centro la circulación de carros particulares podría estar, no prohibida (lo que no pasa de ser un despropósito) pero si restringida mediante la reducción de las calzadas de sus calles a dos carriles, lo que haría su transito más ordenado, liberando área para los peatones. Para  que los caleños puedan caminar con el placer y la seguridad con que pese a todos los inconvenientes lo hicieron el pasado 7 de febrero. También se podrían peatonalizar mas calles, como  la 12, hasta el nuevo Palacio de Justicia, como estaba previsto en el Plan del Centro que se diseño para los 450 años de la ciudad. Se podría retomar la idea de construir un parqueadero subterráneo, de dos o tres niveles, en los amplios espacios libres que rodean el actual parque en la Plaza de Caicedo (Caicedo, como está escrito en el pedestal del prócer) y auspiciar edificios con grandes parqueaderos sobre las principales entradas al sector. El Centro de Cali sería muy caminable si tuviera andenes amplios (como Nueva York), y mejor si fueran arborizados (como París), pues es pequeño y el clima inmejorable.
          El éxito de la ciudad sin carros no solo se comprueba en esos centros históricos en los que no es posible su circulación, como Venecia o Brujas, o forzosamente muy reducida como en Cartagena, si no en cualquier centro comercial en los que se puede caminar con placer y seguridad, que es lo que todo el mundo va a hacer a Chipichape o Unicentro. Lo desagradable de ellos, sin embargo, es que están cercados, cierran sus puertas por la noche y controlan el ingreso marginando a una parte de los ciudadanos; además, y es su gran falla, no suelen tener viviendas. Pero a vivir en estos guetos particulares la experiencia de la vida urbana nos esta empujando la miopía las autoridades; no entienden que lo primero que tienen que hacer es que todos los ciudadanos puedan caminar con un mínimo de seguridad y placer por las calles de su ciudad. Al menos por las de sus áreas centrales, pues son comunes a todos ellos.
          Los carros chocan con lo urbano; son de los suburbios, carreteras y autopistas. Para las noches y salir de la ciudad y, desde luego, en casos de necesidad. Hay que acostumbrarse a vehículos mas pequeños y ecoeficientes. Pero relucir el uso de carros particulares en la ciudad no es posible sin un buen sistema de transporte masivo y sin practicar esa antiquísima, sana y placentera actividad que es caminar. Por eso lo primero que habría que hacer en Cali, principiando por su Centro, es construir andenes anchos, continuos, sencillos y planos. Pero agrandando los andenes no cabría, en la mayoría de sus vías, un sistema de buses articulados con carriles propios pues se necesitan cuatro, si es en un sentido o nueve en dos. Solo podrían circular simples buses articulados, junto con carros y taxis, como en el centro histórico de Quito; pero pretender que en ellos se pueda sustentar un verdadero sistema de transporte masivo, como el que necesitan los mas de dos millones de habitantes de Cali, es otro engaño.

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