Lo importante de los
"días sin carro" es que los ciudadanos comienzan a tomar conciencia
de que se deberían repetir con mas frecuencia... todos los días, por ejemplo.
Primero fue el silencio, al menos en San Antonio. Sin tantos carros se pudo ver
algo la ciudad. Pese a su feura es de lejos mejor que con las calles repletas
de carros ruidosos y agresivos que no solo tapan los basamentos de los
edificios sino que no permiten a los peatones mirar nada diferente a ellos. Sin
tener que esquivarlos, fue posible mirarla pese a la publicidad que ha invadido
sus espacios públicos (la normal y la de los politiqueros en campaña con sus
pasacalles grotescos, que son la razón primera para no votar por ellos), el
desorden vergonzoso y contaminante de sus buses, busetas y camperos de
transporte público y los montones inverosímiles de taxis desocupados. Fue un
día con ciudad.
En el Centro la circulación de carros particulares podría
estar, no prohibida (lo que no pasa de ser un despropósito) pero si restringida
mediante la reducción de las calzadas de sus calles a dos carriles, lo que
haría su transito más ordenado, liberando área para los peatones. Para que los caleños puedan caminar con el placer
y la seguridad con que pese a todos los inconvenientes lo hicieron el pasado 7
de febrero. También se podrían peatonalizar mas calles, como la 12, hasta el nuevo Palacio de Justicia,
como estaba previsto en el Plan del Centro que se diseño para los 450 años de
la ciudad. Se podría retomar la idea de construir un parqueadero subterráneo,
de dos o tres niveles, en los amplios espacios libres que rodean el actual
parque en la Plaza de Caicedo (Caicedo, como está escrito en el pedestal del
prócer) y auspiciar edificios con grandes parqueaderos sobre las principales
entradas al sector. El Centro de Cali sería muy caminable si tuviera andenes
amplios (como Nueva York), y mejor si fueran arborizados (como París), pues es
pequeño y el clima inmejorable.
El éxito de la ciudad sin carros no solo se comprueba en
esos centros históricos en los que no es posible su circulación, como Venecia o
Brujas, o forzosamente muy reducida como en Cartagena, si no en cualquier
centro comercial en los que se puede caminar con placer y seguridad, que es lo
que todo el mundo va a hacer a Chipichape o Unicentro. Lo desagradable de
ellos, sin embargo, es que están cercados, cierran sus puertas por la noche y
controlan el ingreso marginando a una parte de los ciudadanos; además, y es su
gran falla, no suelen tener viviendas. Pero a vivir en estos guetos
particulares la experiencia de la vida urbana nos esta empujando la miopía las
autoridades; no entienden que lo primero que tienen que hacer es que todos los
ciudadanos puedan caminar con un mínimo de seguridad y placer por las calles de
su ciudad. Al menos por las de sus áreas centrales, pues son comunes a todos
ellos.
Los carros chocan con lo urbano; son de los suburbios,
carreteras y autopistas. Para las noches y salir de la ciudad y, desde luego,
en casos de necesidad. Hay que acostumbrarse a vehículos mas pequeños y
ecoeficientes. Pero relucir el uso de carros particulares en la ciudad no es
posible sin un buen sistema de transporte masivo y sin practicar esa
antiquísima, sana y placentera actividad que es caminar. Por eso lo primero que
habría que hacer en Cali, principiando por su Centro, es construir andenes
anchos, continuos, sencillos y planos. Pero agrandando los andenes no cabría,
en la mayoría de sus vías, un sistema de buses articulados con carriles propios
pues se necesitan cuatro, si es en un sentido o nueve en dos. Solo podrían
circular simples buses articulados, junto con carros y taxis, como en el centro
histórico de Quito; pero pretender que en ellos se pueda sustentar un verdadero
sistema de transporte masivo, como el que necesitan los mas de dos millones de
habitantes de Cali, es otro engaño.
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