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Para que sirve el alcalde. 24.04.2003


A falta de un ministerio de la ciudad los alcaldes deben responder solos por estos artefactos en los que, como dijo Churchill, no únicamente se lleva a cabo la vida ciudadana sino que la condicionan. El éxito de Peñalosa y de los arquitectos Gaitán Cortés en Bogotá, Montoya en Bucaramanga y Lerner en Curitiba es que se preocuparon también de lo urbano-arquitectónico. Por eso al menos debe haber arquitectos en las oficinas de planeación.
Desde Julio Riascos, hace 20 años, ningún otro alcalde se ha interesado en Cali por su aspecto urbano. En general consideran los Juegos Panamericanos un progreso pese a que se demolió buena parte del patrimonio monumental y el centro fue amputado del resto de la ciudad por un plan vial que buscaba de contera la “modernización” de su casco viejo. Algunos bien intencionados como Rodrigo Guerrero cometieron errores como ampliar una vía por encima del Río Cali en uno de sus mas bellos recodos, o esos esperpentos que son los paraderos de la Cl. 15. Para no hablar de lo que hicieron los que terminaron en la cárcel.
Necesitarían saber de arquitectura y urbanismo, conocer la evolución espacial de su ciudad y haber estudiado otras. Entender que lo físico y lo estético no son accesorios. Pensar que generarán empleo es tonto, y la seguridad, además de un problema policial, también lo es de la calidad del espacio público, como insiste Peñalosa. Deben estar convencidos de que su objetivo es sobre todo la excelencia de lo físico para que no degraden mas las ciudades destinando vías públicas a carros particulares, o “modernizándolas” demoliendo su patrimonio y acabando con sus tradiciones, o ateniéndose a un sistema de transporte masivo cuando apenas se trata de la implementación parcial de uno de sus componentes.
Pero ¿como explicárselo a un electorado que nada sabe de ciudades? Pegados a una emisora mala desde que eran campesinos y ahora a una pésima TV, muchos no leen periódicos ni revistas ni viajan ni a Bogotá. Allá lograron que los carros respetaran a los peatones. Una calle recuperada para la gente contra viento y marea cambió el comportamiento urbano de los bogotanos. Colegios públicos de excelente arquitectura y manejados por los mejores colegios privados transformaron la educación de los niños pobres. Unas maravillosas bibliotecas en unos estupendos parques les descubrieron el placer del conocimiento. Bonitos y rápidos buses sustituyeron muchos de los incómodos camiones adaptados anteriores, y sus ciclorutas permiten transportarse dignamente en bicicleta.
          Aquí se habla de todo esto pero los velódromos se desploman; los caleños, que añoran el campo, boicotean un gran centro cultural en la extensa área verde del Cam; los edificios públicos son mediocres cuando no malos; en lugar de poner semáforos se hacen inútiles puentes peatonales; se ocupan los antejardines y los andenes se usan para estacionar carros.
Cali necesita un alcalde con sentido común, como recomienda Lerner, y visión arquitectónica, como descubrió Peñalosa; y con conocimientos y trabajos en asuntos urbanísticos y experiencia política y en gestión de la ciudad. Como Ely Burcahart (ex concejal), Liliana Bonilla (ex directora de Planeación y de Colcultura) o Germán Cobo (ex concejal), tres arquitectos preocupados por las ciudades proyectadas para la gente y no improvisadas para los carros.



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