Esta certera afirmación del famoso
arquitecto finlandés Älvar Aalto (1898-1976), que nos recuerda Willy Drews, ex
decano de Arquitectura de la Universidad de los Andes (La
República, San José, C. R. 3/2003), viene como anillo al dedo al Premio Pritzker de 2002 (el Nobel de la profesión)
otorgado a Glen Murcutt, un desconocido arquitecto que trabaja en Australia.
Cambio significativo pues últimamente estaba centrado en las estrellas del
hight tech. Lo apropiado, lo sostenible, lo ecoeficiente, lo local, lo sensato,
lo pertinente, en últimas lo necesario, pasaron a ser lo importante; lo bello.
El premio dado ahora a Jorn Utzon, autor de la maravillosa Opera de Sydney, lo
confirma.
Como dice
Drews, en los países pobres los edificios
deben servir mientras su estructura lo permita. Sus escasos recursos no se
pueden invertir en una arquitectura que “que hoy se mira con admiración, mañana
con sonrisa, y pasado mañana con vergüenza”. Necesitamos, concluye, que mejore
con los años y se adapte a nuevos usos y exigencias. Que considere, hay que
agregar, que las modas en los países ricos son solo algunos edificios nuevos,
pocos comparados con el total construido, mientras que aquí se reflejan en todo
lo que se edifica, de arquitectos o no.
Murcutt
nació en Londres en 1936 y creció en Nueva Guinea. Desde niño su padre lo
familiarizó con los diseños de Mies van der Rohe y la filosofía de Thoreau. Estudió en la
universidad de New South Wales mientras trabajaba con arquitectos. Después de
graduarse viajó dos años por Europa regresando en 1964 a trabajar con una firma
de Sydney. En 1970 abrió allí su despacho buscando las alternativas mas sencillas para su historia,
geografía y circunstancias. En 1992 recibió la
Medalla Älvar Aalto -en su trabajo todo lo necesario se vuelve bello-
por una arquitectura cuya gracia es mas encontrada que buscada y cuyo éxito es
que es universal y local, tradicional y actual pues, como él dice, “la
tecnología es increíblemente importante para que los edificios sean de hoy y no
un reflejo del pasado”. Cree que como arquitectos “tenemos la posibilidad única
de imprimir en un lugar principios valiosos en nuestra época, para beneficio de
las generaciones futuras".
También
hay en Colombia arquitectos que usan los adelantos tecnológicos indispensables
pero no imitándolos todos para estar a la moda, y que, como Salmona, candidato
también al Pritzker, se preocupan por responder a paisajes, climas y usos,
ateniéndose a las tradiciones y recursos disponibles; pero apenas son
mencionados. Y tenemos la arquitectura y el urbanismo coloniales cuyo ejemplo
sigue vigente después de varios siglos y constituye parte de su valor
patrimonial, pero apenas se valora su carácter pintoresco no su pertinencia, su
pasado mas no su futuro.
Lo
bello lo vemos sólo como apariencia y lo feo como un problema de gustos. Para
desgracia la arquitectura aquí pasa de moda rápidamente y se vuelve fea antes
de que tengamos tiempo de hacerla nuestra concentrándonos en su pertinencia y
no apenas en su imagen. Murcutt será novedad pero no por el sentido de su
apropiada y bella respuesta al clima, paisaje y tradiciones edilicias de un
lugar sino por sus imágenes de hight tech que son lo único que llega a nuestras
facultades, a través de las revistas, en donde, como dice Drews, se vuelven
doctrina.
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