La renovación urbana implica la
destrucción de parte del patrimonio ya construido. Cuanto demoler y como asumir
las preexistencias urbanas y arquitectónicas que permanecen son sus verdaderos
problemas. Sus motivaciones van desde la evolución del gusto o la simple moda
(cambiar lo supuestamente viejo por lo
supuestamente nuevo), hasta la necesidad de acomodar mas gente, cambiar los
usos de los edificios, adecuarlos a mejores condiciones de confort y seguridad,
obtener mayor rentabilidad, conformar plazas y parques o ampliar calles (ya sea
con necesidad o como disculpa para arrasar con lo considerado viejo, como se
ha hecho entre nosotros). Pero la verdad
es que en toda renovación urbana se dan varias de estas motivaciones simultáneamente.
Cuatro ejemplos en el Centro de Cali, próximos entre si, lo ilustran.
La
antigua Fes (Rogelio Salmona, Pedro Mejía, Jaime Vélez y Raúl H. Ortiz), Premio
Nacional de Arquitectura, y hoy Centro Cultural de Cali, es el mejor edificio
reciente en el centro. Sus paramentos conservan los preexistentes, sus alturas
perimetrales son solo un poco mayores que las vecinas, y sus pórticos, aunque
sin puertas que los animen, permiten tener mayores andenes sin retroceder sus
fachadas. A través de sus patios se relaciona con el Cerro de las Tres Cruces y
las casas viejas que afortunadamente se conservaron en la manzana. Sin embargo,
los empates con ellas dejan que desear, en parte por dejar el ladrillo a la
vista, y no pintado de blanco, como se ha hecho con éxito en otros edificios de
la ciudad, y lo están los viejos muros de La Merced calle de por medio.
El
Banco de la República (Manuel Lago), pese a estar enfrente de la Fes y ser
diseñado al mismo tiempo, no conservó los paramentos y, en lugar de pórticos,
utilizo "modernos" y simples voladizos, cuyos paramentos no son los
de sus bordes sino los de los volúmenes de que se desprenden, destruyendo la
espacialidad de las calles preexistentes sin conformar siquiera un nuevo
espacio aceptable. Pero en cambio solucionó acertadamente el drástico cambio de
escala entre estas viejas calles y la nueva Ca. 8ª, mucho mas ancha y con
edificios mas altos. Y se le debe abonar su color casi blanco que lo relaciona
mal que bien con lo que queda del casco
viejo de la ciudad.
El
edificio Alcana, en la Cr. 5ª esquina con la Ca. 7ª (Marco Rincón) es un muy
buen ejemplo de respeto por las calles tradicionales sin renunciar a una imagen
actual. Mantener los paramentos y alturas de los vecinos, aludir discretamente
a la composición y color (casi blanco) de sus fachadas, y dar continuidad al
pórtico de la antigua Fes y al anden cubierto del Banco de la República, como
se hizo acertadamente allí, debería ser una norma de la ciudad. Además está
organizado alrededor de un sugerente patio con un hermosa vista sobre la Torre
Mudéjar.
Comfenalco, por lo contrarío, es la destrucción urbana mas
grande en el Centro de Cali desde los Juegos Panamericanos. Es la persistencia
del error que fue la eliminación de la ciudad tradicional buscando una modernización
mal entendida y que no se logró, pero que en cambio fue corrompida por la
estética del narcotráfico. Sus nuevos edificios reemplazaron totalmente las
casas tradicionales de las manzanas preexistentes, al punto de destruir la
trama urbana y la espacialidad de las calles con una arquitectura torpe, para
peor de males, que no logra constituir un conjunto y cuyo último edificio
caricaturiza desvergonzadamente al de la antigua Fes. No contentos con esto
ahora pretenden demoler la casa cural de San Martín de Porres. ¿Qué será de la
iglesia?
Desde luego la renovación urbana se produce para
aprovecharse de todo lo acumulado en el sector que se pretende renovar
(capital, trabajo, infraestructura, usos, memoria, identidad) por no pocas
generaciones anteriores. De ahí que la ciudad preexistente merezca respeto
cuando se renueva; es lo inteligente. Además es buen negocio como se ve en
tantas partes (como Cartagena para no irse tan lejos) en la que lo que mas se
aprecia y cotiza es lo viejo.
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