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Un Palacio condenado. 22.03.2001


No esta claro quien es el responsable hoy de este edificio, uno de los más representativos de Cali, que pronto amenazará ruina: lo están desvalijando y la lluvia, el polvo y la falta de uso están haciendo de las suyas. También es desde hace años uno de los más analizados y recientemente Ricardo Hincapié realizó su ejemplar estudio completo y valoración.
          En la reseña de 1926 del Ministro de Obras Públicas se lee que El Palacio Nacional de Justicia, como dice en su entrada, "ocupa una superficie de 2.600 M2, estilo Luis XVI, de tres pisos y subsuelo; coronado por un piso de mansarda interrumpido por dos grandes cúpulas situadas en el eje de la fachada y en la esquina". Fue proyectado de 1924 y 26 por el arquitecto belga Joseph Maertens, consultor del Ministerio, y construido por ingenieros del Ferrocarril del Pacífico, al que se delegó la obra, pues en estos casos se subcontrataba con empresas nacionales o extranjeras ajenas al gobierno, pero se necesitaron constructores italianos calificados y se importaron elementos como cerradu­ras, hierro y cemento. Fue construido entre 1926 y 1933, en plena crisis mundial, por el gobierno de Olaya He­rrera, empeñado en la modernización del país y la construcción de edificios públicos en sus ciudades. Modernización solo tecnológica, inicialmente, pues se insistía aun en las formas clásicas, estimadas como las más apropiadas para estos edificios-monumento que deberían ser el nuevo elemento principal de cada ciudad. Poco después, con la fundación en 1936 de la primera facultad de arquitec­tura de Colombia, en la Universi­dad Nacional, la adopción de la arquitectura moderna fue total; y acrítica.
          Su ornamentación denota un diseñador hábil y con oficio, que logra una adaptación estilística con finos deta­lles neo­clásicos. Sin embargo, su implantación se resiente por la falta de un lote completo sobre la plaza. Su diseño parte de dos ejes a 45º que responden a un acceso por la esquina y otro por el centro del edificio, enfrentado a la plaza, y se levantó, como sucedió con muchos edificios públicos de esos años en el país, donde anteriormente estaban algunas casas tradi­cionales de las que formaban su marco. Aunque en algún momento se pensó en prolongarlo sobre el vecino Edificio Otero, para que ocupara la totalidad de ese cos­tado como demandaba su forma clásica e importante función, lamentablemente no se consideró necesario hacerlo. Además, la esquina circular, si bien permite que se acomode correctamente a la traza romboidal del centro de Cali, rompe su simetría y agudiza el desplazamiento de su eje central sobre la plaza. Aún así, el edificio logra una auténtica monumentalidad.
          Sus formas vienen del palacio clásico europeo, codificado a través  del renacimiento, el barroco francés y el neoclasicismo, entre los siglos XVI y XVIII, las que fueron tomadas posterior­mente, en el XIX, por el llamado historicismo, que llega a Colombia apenas en las primeras décadas del XX. Ya Germán Téllez notó la similitud de su cuerpo central con el Pavillon de L´Horloge, el más antiguo del Louvre, que deriva a su vez de las altas torres medievales de Francia. La composición (cuerpo central y pabellones laterales) se repite en las dos fachadas del Palacio de Cali, articuladas por la mencionada esquina circular, la que fue común en el París de la segunda mitad del XIX. Es, pues, un ejemplo de historicismo lo que implica una elaboración compleja y sofisti­cada de los órdenes clásicos. Sus componentes, rit­mos y articulaciones se interpretan con libertad y creatividad, como es pro­pio en la arquitectura clásica, y ello explica los manierismos de su ornamentación. Es un eco tardío del clasicismo en nuestro medio, posible gracias a los conocimientos de su autor como al esmero de su construcción. Sin embargo, los términos "ecléctico", "republicano" y "neoclásico" con los que se han llamado estos edificios en el país, hay que reemplazarlos por el de moderno-historicistas, pues son modernos en su técnica y función pero historicistas son solo sus formas anacrónicas.
          Pese a todo, y como dice Silvia Arango, es aún uno de los mejores edificios de Cali. Carlos Jiménez lo propuso a buena hora como sede noble para la Alcaldía; hagámosle justicia.


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