Desde hace casi un
siglo prácticamente toda nuestra arquitectura se hace en ciudades que siempre
son viejas. De ahí que para sus inevitables nuevos edificios se deba considerar
su entorno de tal manera que potencien los mejores hechos urbanos
preexistentes. Tratar de que empaten en alturas, paramentos, ritmos y colores
con las construcciones inmediatas, pero también con las de el frente con las
que conforman las calles, elementos urbanos fundamentales en las ciudades
tradicionales. En pocas palabras, proyectar edificios que logren espacios urbanos mas bellos y funcionales y vistas mas
amables, como lo suelen hacer en Europa. Los
conjuntos modernos son una excepción que paradójicamente con frecuencia no se
diseñan como tales. Y desde luego los nuevos monumentos se perciben de la misma
manera que los viejos.
También
hay un paisaje urbano que rebasa la calle, el barrio o el sector, que siempre
es preexistente en la ciudad, y que forma parte del de su región. En este
sentido la arquitectura también debería ser contextual. Es útil, pues, recurrir
al estudio de los mas reconocidos ejemplos históricos pertinentes. Los tenemos
a mano como suele pasar en casi todos nuestros países en los cuales hay unos
pocos centros históricos bastante conservados pese a todo. En los paradigmas de
nuestro patrimonio construido en el pasado está nuestro futuro pues se pueden
sacar muchas enseñanzas aplicables en el presente para recomponer ciudades que
comparten historias y geografías, pero que fueron muy afectadas por el intento
de “modernizarlas” demoliendo lo que de pronto se considero obsoleto y viejo.
Lo que en casos como Cali fue fatal pues era poco lo que había.
Pero
no se trata de hacer edificios, calles o barrios exactamente iguales a los de
antes si no que no les sean extraños o contradictorios. Que completen una
imagen que a su vez es parte de otra mas amplia que identifica cada ciudad. Y
los edificios son semejantes entre ellos cuando algunas de las variables de sus
formas se repiten. En el recinto amurallado de Cartagena, por ejemplo, se
distinguen claramente tres sectores, el Centro, San Diego y Getsemani,
diferenciados entre si por la altura y frente de sus casas, y la variedad y
tipo de sus portones, ventanas y balcones, pero que comparten los mismos
paramentos corridos, ritmo de llenos y vacíos, techumbres y los pocos colores y
tonos predominantes en la ciudad.
Además
de re funcionalizar el patrimonio construido mas allá de su simple
restauración, la estrategia sería apoyarnos en esos recursos del pasado
ignorados a propósito cuando a lo largo del siglo XX se trató de modernizarlas.
Sería la aplicación, posmoderna y técnicamente evolucionada, de sus mas
eficientes paradigmas como son las explanadas, plazas y patios; techumbres,
terrazas y azoteas, zaguanes, balcones y corredores; canceles, celosías y
calados; y fuentes, atarjeas y estanques; por ejemplo. Tenemos que aprender a
ver la ciudad histórica como parte del presente, en donde continua existiendo y
es ejemplo para el futuro, y no solo como nostalgia del pasado, logrando una
estimulante combinación como dirían Colin Rowe y Fred
Koetter (Ciudad collage, 1976).
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