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Arquitectura sostenible. 10.11.2005


En los países industrializados y de estaciones los mayores consumidores de energía son los edificios, que la precisan para su iluminación y calefacción en invierno o enfriamiento en verano (S. y S. Behling: Sol Power, 1966). Producida en buena parte con petróleo o carbón, indirectamente también son responsables de mucha de la contaminación del aire. Es imperativo su cambio, y con mayor razón en el trópico en donde fácilmente podrían ser ecoeficientes como lo son nuestros edificios coloniales y de tradición colonial. Tenemos que aprovechar nuestros climas benignos para consumir menos energía y agua potable, abusando de que las tenemos barata una y en abundancia la otra, y reciclar las aguas servidas y basuras para que no contaminen. Y también hay que reducir la contaminación auditiva y visual que invade nuestra privacidad y perturba las calles de nuestras ciudades, sobre todo en los climas cálidos en donde las viviendas y comercios suelen ser mas abiertos. En fin, producir el mínimo impacto en el ambiente humano en un acto de responsabilidad con las generaciones futuras. (Hugo García: Arquitecturas Ambientales, en Planta Libre, 1995).
            Nuestra arquitectura debería tener cubiertas que den sombra a las fachadas o lo contrario según el caso, y que impidan o no el paso de la radiación solar pues en estas latitudes casi la mitad incide en ellas. Como ya lo recomendaban las Leyes de Indias, los edificios se deberían orientar bien con respecto al curso del sol, considerando su nivel sobre el mar. La arquitectura moderna solía hacerlo pero a costa de los paramentos, hoy habría que resolver adecuadamente las fachadas, cuando no es posible orientarlas bien, para mantener el alineamiento de las calles. Hay que impedir que el frió o el calor entren o salgan de los edificios, y permitir o no, según el caso, la circulación del aire. En fin, disminuir el uso de climatización activa cuando sea inevitable. También hay que disponer adecuadamente la ventanería para que la iluminación natural sea suficiente, aprovechando la duración de nuestros días y su escasa variación a lo largo del año, y seleccionar debidamente las ventanas para cada caso.
Podemos usar el agua llovida en inodoros y orinales en lugar de malgastar costosa agua potable. O con fines ornamentales y climáticos en espejos de agua. O en piscinas que utilizan estanques con plantas y peces para purificar su agua, las que cada vez mas se prefieren en otras partes. Las aguas de duchas y lavamanos, eliminándoles fácilmente las grasas, se pueden volver a usar en orinales e inodoros o para regar jardines o lavar pisos o carros. En los conjuntos y edificios grandes debería haber pequeñas plantas de tratamiento de aguas negras. Las basuras orgánicas se pueden convertir en compost para materas y jardines, se necesita poco espacio para hacerlo, y las demás se deben clasificar para facilitar su recolección y reciclaje. Nuestros edificios, aun mas que en el mundo industrializado, deberían ser inteligentemente económicos y no engañosamente baratos. Hay que volver a tener en cuenta el clima. Las escuelas de arquitectura de la ciudad ya lo están haciendo, pero se podrían apoyar mas en el postgrado de Isthmus en Panamá, el mejor en la región, y en eventos como el II Encuentro Internacional de Hábitat Sostenible que se lleva a cabo actualmente en Cali.


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