En los países
industrializados y de estaciones los mayores consumidores de energía son los
edificios, que la precisan para su iluminación y calefacción en invierno o
enfriamiento en verano (S. y S. Behling: Sol Power, 1966).
Producida en buena parte con petróleo o carbón, indirectamente también son
responsables de mucha de la contaminación del aire. Es imperativo su cambio, y
con mayor razón en el trópico en donde fácilmente podrían ser ecoeficientes
como lo son nuestros edificios coloniales y de tradición colonial. Tenemos que
aprovechar nuestros climas benignos para consumir menos energía y agua potable,
abusando de que las tenemos barata una y en abundancia la otra, y reciclar las
aguas servidas y basuras para que no contaminen. Y también hay que reducir la
contaminación auditiva y visual que invade nuestra privacidad y perturba las
calles de nuestras ciudades, sobre todo en los climas cálidos en donde las
viviendas y comercios suelen ser mas abiertos. En fin, producir el mínimo
impacto en el ambiente humano en un acto de responsabilidad con las
generaciones futuras. (Hugo García: Arquitecturas Ambientales, en Planta Libre,
1995).
Nuestra arquitectura debería tener
cubiertas que den sombra a las fachadas o lo contrario según el caso, y que
impidan o no el paso de la radiación solar pues en estas latitudes casi la
mitad incide en ellas. Como ya lo recomendaban las Leyes de Indias, los
edificios se deberían orientar bien con respecto al curso del sol, considerando
su nivel sobre el mar. La arquitectura moderna solía hacerlo pero a costa de
los paramentos, hoy habría que resolver adecuadamente las fachadas, cuando no
es posible orientarlas bien, para mantener el alineamiento de las calles. Hay
que impedir que el frió o el calor entren o salgan de los edificios, y permitir
o no, según el caso, la circulación del aire. En fin, disminuir
el uso de climatización activa cuando sea inevitable. También hay que disponer
adecuadamente la ventanería para que la iluminación natural sea suficiente,
aprovechando la duración de nuestros días y su escasa variación a lo largo del
año, y seleccionar debidamente las ventanas para cada caso.
Podemos
usar el agua llovida en inodoros y orinales en lugar de malgastar costosa agua
potable. O con fines ornamentales y climáticos en espejos de agua. O en
piscinas que utilizan estanques con plantas y peces para purificar su agua, las
que cada vez mas se prefieren en otras partes. Las aguas de duchas y lavamanos,
eliminándoles fácilmente las grasas, se pueden volver a usar en orinales e
inodoros o para regar jardines o lavar pisos o carros. En los conjuntos y
edificios grandes debería haber pequeñas plantas de tratamiento de aguas
negras. Las basuras orgánicas se pueden convertir en compost para materas y
jardines, se necesita poco espacio para hacerlo, y las demás se deben
clasificar para facilitar su recolección y reciclaje. Nuestros edificios, aun
mas que en el mundo industrializado, deberían ser inteligentemente económicos y
no engañosamente baratos. Hay que volver a tener en cuenta el clima. Las
escuelas de arquitectura de la ciudad ya lo están haciendo, pero se podrían
apoyar mas en el postgrado de Isthmus en Panamá, el mejor en la región, y en
eventos como el II Encuentro Internacional de Hábitat Sostenible que se lleva a
cabo actualmente en Cali.
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