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Se hace camino al (des) andar. 17.11.2005


La arquitectura reciente en Cali comienza a debatirse entre los extremos a los que la ha llevado una especulación inmobiliaria dedicada no tanto a construir ciudad como a “urbanizar” tierras agrícolas o, directamente, a lavar dólares, apoyada en una posmodernidad mal entendida y signada por la proliferación del mal gusto que genero la bonanza del narcotráfico. De un lado, muchos arquitectos, olvidándose del clima, siguen con oportunismo y facilismo las modas de los países con estaciones y recursos que nos han penetrado a través de las revistas de arquitectura españolas, como ha sucedido en casi toda Latinoamérica. Del otro están los que reaccionan pero lo hacen con un folclrorismo solo seductor para aquellos que buscando un remedio a la globalización caen en brazos de lo “nuestro”.
Pero poco a poco se consolida un tercer camino. Es el de los que sensatamente quieren ajustar las tendencias internacionales actuales a nuestras circunstancias, o los que buscan, por lo contrario, la actualización posible de nuestras tradiciones. Y especialmente están los que parten, siguiendo el ejemplo ético y no solo estético de Rogelio Salmona -cada vez mas actual y acertado-, de que es estudiando esas tradiciones del pasado y confrontándolas con las circunstancias del presente, que se encuentra la mejor manera de definir unas determinantes pertinentes para un diseño futuro que se ajuste a nuestra geografía a historia. Esto nos permite, precisamente, una arquitectura de actualidad en el ámbito internacional serio, sencillamente porque está centrada en su sostenibilidad, en el sentido mas amplio, posmoderno y vital de la palabra.
Es el camino de algunas obras paradigmáticas de finales del siglo XX en Cali, que desarrollaron la exploración anterior de arquitectos como Heladio Muñoz, Rodrigo Tascón, Germán Cobo y Rafael Sierra entre otros, y que es el mismo recorrido de unos pocos y recientes trabajos en la ciudad centrados en el clima, la sismoresistencia, la actualización de las tradiciones, la cuidadosa preocupación por el entorno y el muy pertinente interés en el reciclaje de construcciones existentes que otros, como si fuéramos ricos, no dudarían en demoler, cosa que por supuesto los verdaderamente ricos no suelen hacer. La SCA del Valle está en mora de identificar y mostrar estas búsquedas, como lo hizo la seccional de Bogotá con su importante exposición sobre la arquitectura en el país en los últimos 25 años, muestra esta que, además, debería traer a Cali lo mas pronto posible.
Camino que también se manifiesta en las escuelas locales con su preocupación, de unos años para acá, por la historia de la arquitectura regional, premoderna y moderna, por el clima como determinante de la arquitectura, y por su obligatoria sismoresistencia aquí. Preocupaciones que ya rinden frutos en las recientes Pruebas de Estado. Y en el descubrimiento de algunos jóvenes arquitectos caleños de obras como la Sir Geoffrey Bawa en Sri Lanka, que tienen que ver mucho más con nosotros que la de las estrellas internacionales con que buscan deslumbrarnos las revistas. O en la constatación, por parte de otros, de equivocaciones fatales como el falso antagonismo de los centros históricos con el reciente, voluminoso y acelerado crecimiento de nuestras ciudades, lo que llevo a su innecesaria desaparición en muchas de ellas.

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