Dice Germán Patiño (El País,
07/05/2007) que el arte en el espacio urbano puede tomar caminos y formas
diferentes a los tradicionales. Y debería hacerlo pero para sumarse a lo que
hay y no para reemplazarlo. Como por ejemplo las muchas esculturas de artistas
de reconocido prestigio internacional que Pasqual Maragall instaló en
Barcelona, para los Juegos Olímpicos de 1992, con muchas polémicas y algunos
fracasos. Pero Cali no esta llena de bronces ni de bustos como afirma él, ni la
Negra del chontaduro hubiera sido muy importante para la ciudad. Menos mal que
se impidió que sin que nadie se lo hubiera pedido la Cámara de Comercio la
pusiera en la plazuela de la Calle Once, parte del Plan de recuperación del
Centro diseñado por el arquitecto Harold Martínez y el autor de esta columna
(proyecto desafortunadamente mal ejecutado), siendo Directora de Planeación la
arquitecta Liliana Bonilla y Alcalde Julio Riascos, tal vez la última vez que
aquí un burgomaestre vio la ciudad también al menos como un artefacto ya que no
como una obra de arte colectivo.
Pero no fue solamente
por su escaso valor artístico, lo que se podría discutir, si no por su
fragilidad: hubiera durado menos que los muñecos de pasta del vecino Parque de
los poetas. Es de bronce, cierto, pero hueca y con elementos delicados, como
los chontaduros, y no es si no recordar que al Gato de Tejada ya lo han
perforado varias veces y robado los bigotes, para imaginarse lo que le hubiera
pasado en el piso, que era como la pensaban poner pues había sido concebida
para mirarla desde arriba, como a las vendedoras de verdad, y no desde abajo
como las estatuas tradicionales con pedestal. Y si se hubiera separado de los
peatones para protegerla habría sido negativo para su pequeña escala y mucho
detalle. Se trataba de la misma ignorancia del muy difícil diseño del espacio
urbano que hace que las Aves de Rayo, la Mariamulata de Grau (que algo se
mejoró en estos días) y el Gato de Tejada, estén tan mal y pobremente
emplazados (Columna ¿Ciudad?18/08/2005). Y ni hablar del hato de “novias”
apanteradas que han arriado alrededor del último, con corral y todo.
Ojala el próximo
alcalde sepa mirar de nuevo la ciudad para que su espacio urbano público no
quede en manos de personas o entidades, que nadie ha elegido para eso, como la
Cámara de Comercio o el Mio o la mujer del alcalde de turno. Y que entienda que
Cali necesita un comité de ornato, asesorado por expertos de otras partes,
cuyos miembros, como en las altas cortes de justicia, sean vitalicios. Estos
deberían ser nominados por el Concejo Municipal, la Secretaria de Cultura, el
Consejo de monumentos Nacionales, las escuelas de arquitectura y arte de la
ciudad, la Academia de Historia y demás ONG pertinentes, principiando por la
Sociedad de Mejoras Públicas, que en su origen se ocupo de estos asuntos. Y
todos deberían ser escogidos en función de sus estudios, conocimientos,
experiencia, publicaciones, reconocimientos y vivencias en otras partes. Serían
muchos pero no tendrían que reunirse con tanta frecuencia pues en una ciudad
seria no se levantan monumentos de verdad todos los días, como si fuera una
feria.
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