La oportuna campaña en la capital para que
los jóvenes usen condón se ha rechazado con falsedad; se critican sus palabras
cuando lo que se quiere es que se continué reprimiendo el sexo. Decimos que el
amor es una maravilla pero no aceptamos que hacerlo también lo sea, y mas aun
enamorados. Natural y culturalmente somos incitados al sexo desde muy jóvenes y
lo que nos debería preocupar es que sea consentido, seguro y responsable. Con
quienes, cuantos, cuantas veces, como y en donde es decisión y gusto de cada
uno y para eso es que debería servir la orientación sexual que no se está dando
adecuadamente en la gran mayoría de los colegios y familias. Además de su
conocimiento biológico debería ser también un debate desde la cultura y nunca
una imposición moralista. En este sentido hay que aplaudir la posición
consecuente del Secretario de salud de Bogotá que les da condones a su hija e
hijo adolescentes en lugar de cruzar los dedos y cerrar los ojos.
Pensar que hacen falta
casas de cultura, bibliotecas y campos de deporte (que por supuesto harta falta
hacen en Colombia) para que los jóvenes se distraigan y no “exploren sus
cuerpos”, como lo insinuó El Tiempo en días pasados en su editorial, es, más
que ingenuo, hipócrita. En lo que estaban pensando era, también, en que se
reprima el sexo pese a que en las otras paginas del periódico nos lo recuerdan
descaradamente, como lo hacen a diario todos los periódicos, revistas, libros,
cine, TV e Internet, y las vallas de publicidad, pues al parecer a nuestros
publicistas no se les ocurre otra cosa para vender cualquier cosa, y hasta nos
van a mostrar en ellas a los depravados sexuales. En este país urbanizado tan
tarde y tan rápido todavía son frecuentes estos tapujos trasnochados o
fingidos, olvidando que las ciudades también son liberadoras sexualmente. Producto
de realizaciones complejas como el comercio, la guerra y la religión, nos han
permitido desarrollar, a su vez, otras prácticas aún más complejas como el
arte, la ciencia y el deporte, como dice Lewis Mumford, pero también el
erotismo y su variado espectáculo.
En Cali, por ejemplo,
siempre ha existido un culto al cuerpo, lo que explica que fuera “la capital
deportiva de América” y aunque ahora es la de la cirugía plástica, sus excesos
grotescos, debidos a la penetración cultural del narcotráfico, no deben ocultar
que si algo tiene rescatable la ciudad es su cálida sensualidad. Cuando el sol
sale la cordillera se destapa, se ven los cerros, el río brilla y el viento
mece frondosos árboles y esbeltas palmeras y levanta lujurioso minifaldas. Al
caer la tarde el cielo va del dorado al azul profundo, y el día termina lleno
de murmullos, de perfumes y de músicas de alas y las plantas exhalan sus más
suaves y misteriosos aromas y en el fondo del valle arden todavía en la sombra
negra y húmeda luciérnagas fantásticas, como escribió Jorge Isaacs pensando en
María. Que no nos vengan con mojigaterías. Debería haber dispensadores de
condones por todo lado, como hace años lo prometió el Ministerio de salud pero
con lo que tampoco cumplió, seguramente ocupado en pensar como prevenir el Sida
y los niños no deseados.
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