Rem Koolhaas propone
olímpicamente desde Europa el fin de la ciudad tradicional (La Ciudad Genérica, 2002), argumentando que los
centros históricos son lo mas renovado, modificado y falso, lo que en parte es
verdad. Propone que ahora sea genérica,
abierta, flexible, fácil y sin historia. Que no busque
su significado en el pasado y que su identidad pueda cambiar constantemente
porque estaría liberada del cautiverio de un centro
histórico.
Que sus formas sean anodinas, reflejo de las
necesidades y aptitudes del presente, y puedan albergar cualquier
cosa. Que sea suficientemente grande y no
necesite mantenimiento. Que si es necesario se expanda y que si envejece se autodestruya
y renueve pues
su carencia de valor histórico lo permitiría sin remordimientos.
“La
Ciudad Genérica tiene generalmente un clima más cálido; está camino del sur
-hacía el Ecuador- lejos de la confusión que produjo el norte en el último
milenio. Es un concepto en estado de migración. Su último destino es ser
tropical -mejor clima, gente guapa-. Está habitada por aquellos a los que no
les gusta estar en otro lugar. En la Ciudad Genérica, la gente no solo es más
atractiva que sus semejantes, sino que se supone que tienen aún mejor
temperamento, menos obsesionada con el trabajo, menos hostil más amable. En
otras palabras, es la prueba de que hay una conexión entre arquitectura y
comportamiento, que la ciudad puede hacer mejores personas incluso a través de
métodos sin identificar."
La ciudad de Koolhaas podría ser Cali
pero aquí ha resultado en violencia y feura. Por lo
contrario, “Hiper Paris”, como él la llama, es muy bella a pesar de ser caricatura de sí
misma, lejana a su historia, renovada muchas veces,
modificada y falsa, en lo que tiene razón. Pero afortunadamente no hay allí
ningún edificio suyo, aunque sí uno nuevo de Jean Nouvel, que se precia de ser
“un arquitecto del contexto” (Time 26/07/2006), que parece seguir su idea. El Musée
del Quai Branly presenta fachadas muy diferentes, que se ven mucho (como la
entrometida Casa de la Música de Koolhaas en Porto) dizque para estar acordes
con lo que sucede en cada costado. Lamentablemente, Nouvel, para seguir de
moda, olvidó su acierto en la Fundation Cartier, cuyos grandes vidrios reflejan
discretamente los árboles del bulevar y el presente difuso de los edificios del
pasado que la rodean.
Al fin y al cabo las
ciudades son escenografías como lo dijo Lewis Munford mucho antes de que Koolhaas
y Nouvel nacieran. Crean ilusiones en el espacio y el tiempo. Lo que se les
agregue, para que a su vez perdure, debe mejorarlas sumándose a lo anterior sin
destruirlo. Como las Plazas Reales del renacimiento sobre las calles
medioevales. O los bulevares de Haussmann sobre todo lo anterior. O el Pompidu
de Piano y Rogers o la pirámide del Louvre de Pei. Pero los restauradores
fundamentalistas no lo entienden ni los arquitectos que solo ven revistas lo
perciben. No han leído a San Agustín: las ciudades vendrían a ser mas el
presente de su pasado, incluyendo el inmediato, que es inevitable, que el
presente de sus inciertos propósitos para el futuro y ni hablar del de sus
esperanzas.
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