En
las regiones tropicales bajas, es decir calientes todo el año, sería de gran
ayuda, para lograr de nuevo una arquitectura bioclimática, que la gente se
vistiera de acuerdo con el clima y no lo contrario. Permitiría disminuir mucho
el uso de aire acondicionado, gran consumidor de energía y agua potable,
considerando especialmente que mas de una tercera parte de los habitantes de la
Tierra viven en ellas. El problema es que tanto el vestido como el aire
acondicionado son asuntos de moda, prestigio y estatus. Igual que se lleva saco
y corbata para marcar diferencias, se pone aire acondicionado para lo mismo. Y
en donde es indispensable, como en los cines, se lo pone muy frió, como para
que no se dude que lo tienen, pese a que muchas mujeres y no pocos hombres
deben ir abrigados.
Afortunadamente la moda femenina, en
su creciente y bienvenido destape del cuerpo, en los últimos años, coincide con
lo indicado para los climas calientes, aun cuando a veces se vean insólitas
botas altas siguiendo la ultima moda de otoño-invierno del norte. Es el mismo
sin sentido de usar en plena calle en climas fríos minifaldas o descaderados,
sandalias y generosos escotes sin abrigo encima. Menos mal que entre nosotros
se abre paso de nuevo la guayabera para sustituir sacos y corbatas. De manga
larga, por supuesto, es apropiadamente elegante en un ambiente tropical. De
lejos mejor que esa fea costumbre de muchos ejecutivos que van sin saco y de
maga corta pero con corbata, o que se la aflojan y cuelgan la chaqueta en el
espaldar de su asiento, en una evidente demostración de que están mal vestidos.
Pero
el problema mas grave son los edificios. Muchos son copiados en el trópico
caliente de los de los países industrializados y de estaciones del hemisferio
norte pese a que allá son cerrados, con calefacción una parte del año y aire
acondicionado la otra, de tal manera que siempre se pueda estar
confortablemente embutido en el insípido uniforme que el modo de vida
norteamericano ha impuesto en el mundo. Vestido entero oscuro, camisa de
cuello, blanca o azul, de acuerdo a la moda del momento, y corbata al mal gusto
de cada cual. Estándar completado con la uniformidad de esos ambientes de
vidrio, acero inoxidable, aluminio, porcelanatos y madera de mentiras,
impuestos por las revistas financiadas por los fabricantes de esos materiales y
los arquitectos de moda que los usan.
Como
muy bien lo enfatizó el arquitecto Bruno Stagno en días pasados en Cali, en el
congreso de la Asociación Colombiana de Facultades de Arquitectura, centrado en
el tema de la sostenibilidad, lo que aquí necesitamos es una arquitectura
pasiva para gente activa. Edificios que minimicen el consumo de energía y agua
potable para obtener ambientes confortables, y en concordancia con nuestros
climas, paisajes y tradiciones. Igualmente necesitaríamos vestidos acordes con
los mismos y con nuestras diversas gentes. La inminencia del calentamiento
global, con sus graves consecuencias medioambientales hace que todo esto deje
de ser un tema frívolo y pase a ser el asunto crucial que Al Gore nos presenta
convincentemente en su premiado documental (www.climatecrisis.net).
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