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Vestido y arquitectura. 19.04.2007


En las regiones tropicales bajas, es decir calientes todo el año, sería de gran ayuda, para lograr de nuevo una arquitectura bioclimática, que la gente se vistiera de acuerdo con el clima y no lo contrario. Permitiría disminuir mucho el uso de aire acondicionado, gran consumidor de energía y agua potable, considerando especialmente que mas de una tercera parte de los habitantes de la Tierra viven en ellas. El problema es que tanto el vestido como el aire acondicionado son asuntos de moda, prestigio y estatus. Igual que se lleva saco y corbata para marcar diferencias, se pone aire acondicionado para lo mismo. Y en donde es indispensable, como en los cines, se lo pone muy frió, como para que no se dude que lo tienen, pese a que muchas mujeres y no pocos hombres deben ir abrigados.

           Afortunadamente la moda femenina, en su creciente y bienvenido destape del cuerpo, en los últimos años, coincide con lo indicado para los climas calientes, aun cuando a veces se vean insólitas botas altas siguiendo la ultima moda de otoño-invierno del norte. Es el mismo sin sentido de usar en plena calle en climas fríos minifaldas o descaderados, sandalias y generosos escotes sin abrigo encima. Menos mal que entre nosotros se abre paso de nuevo la guayabera para sustituir sacos y corbatas. De manga larga, por supuesto, es apropiadamente elegante en un ambiente tropical. De lejos mejor que esa fea costumbre de muchos ejecutivos que van sin saco y de maga corta pero con corbata, o que se la aflojan y cuelgan la chaqueta en el espaldar de su asiento, en una evidente demostración de que están mal vestidos.
Pero el problema mas grave son los edificios. Muchos son copiados en el trópico caliente de los de los países industrializados y de estaciones del hemisferio norte pese a que allá son cerrados, con calefacción una parte del año y aire acondicionado la otra, de tal manera que siempre se pueda estar confortablemente embutido en el insípido uniforme que el modo de vida norteamericano ha impuesto en el mundo. Vestido entero oscuro, camisa de cuello, blanca o azul, de acuerdo a la moda del momento, y corbata al mal gusto de cada cual. Estándar completado con la uniformidad de esos ambientes de vidrio, acero inoxidable, aluminio, porcelanatos y madera de mentiras, impuestos por las revistas financiadas por los fabricantes de esos materiales y los arquitectos de moda que los usan.
Como muy bien lo enfatizó el arquitecto Bruno Stagno en días pasados en Cali, en el congreso de la Asociación Colombiana de Facultades de Arquitectura, centrado en el tema de la sostenibilidad, lo que aquí necesitamos es una arquitectura pasiva para gente activa. Edificios que minimicen el consumo de energía y agua potable para obtener ambientes confortables, y en concordancia con nuestros climas, paisajes y tradiciones. Igualmente necesitaríamos vestidos acordes con los mismos y con nuestras diversas gentes. La inminencia del calentamiento global, con sus graves consecuencias medioambientales hace que todo esto deje de ser un tema frívolo y pase a ser el asunto crucial que Al Gore nos presenta convincentemente en su premiado documental (www.climatecrisis.net).
         

 


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