Hasta hace un par de siglos así era el
urbanismo de la mayoría de las ciudades; incluso muchas lo fueron solo para la
guerra. El atentado contra el edificio de la Policía no es el primero ni
probablemente el último. Son muy difíciles de evitar por su localización y
equivocada arquitectura. En medio e inmediato a tres vías de mucho transito,
que no se pueden cerrar sin congestionar gravemente la ciudad, cualquiera puede
abandonar un carro-bomba enfrente y escaparse en una moto que lo esta
esperando, como parece que fue lo que pasó esta semana. De otro lado, su
implantación al lado de la calle, su inconveniente altura y sus fachadas de
vidrio, frágiles muros de ladrillo y repellos como de pacotilla, lo hacen muy
vulnerable. Pero lo mas grave es que lo peor lo sufrieron los vecinos.
La sede de la Policía
Valle habría que trasladarla a las afueras de Buga, mas al centro de la región,
y la de Cali a un sitio mas aislado y no tan inmediato a las vías principales
de la ciudad, y debería ser un edificio bajo y sólido que permita estar rodeado
de un talud, como se hizo alrededor del Batallón Pichincha. Y desde luego se
debería proceder a una mejor protección de la Gobernación y el Cam. Impedir que
los carros se puedan acercar a los mismos, y que la onda explosiva de una bomba
activada mas lejos los impacte de frente. En el Cam habría que hundir la
Avenida 4ª Norte (como se ha propuesto en varios estudios sobre el Centro para
darle continuidad al Paseo Bolívar hacia la 6ª), y en la Gobernación habría que
peatonalizar las calles adyacentes (como también se ha propuesto para mejorar
su transito).
Y por supuesto hay que pensar también
en los edificios privados y la población civil que serían afectados, tanto por
las medidas preventivas como por los atentados mismos. El Estado debería
comprarlos y si es del caso expropiarlos, como se hizo con las manzanas
adyacentes al Cam, pero por supuesto para usarlos y no para dejarlos
abandonados o de estacionamiento. Habría que replantear los usos permitidos
alrededor de los edificios públicos mas importantes y ocuparse también de la
protección de las edificaciones vecinas a ellos. Sería imperdonable que una
explosión en la plaza de San Francisco terminara por afectar la Torre Mudéjar,
nuestro mas importante patrimonio arquitectónico e histórico y parte de nuestra
identidad.
No todo lo propuesto implica una
alta inversión. Por ejemplo el edificio actual de la Policía se podría reciclar
para otro uso, pues al fin y al cabo es fundamentalmente de oficinas, y con su
venta construir otra sede mas modesta pero mas segura lo que significaría un
gran ahorro. Pero para hacerlo se precisa mucha voluntad política y una visión
urbano arquitectónica culta, ya que las experiencias anteriores han sido casi
todas negativas: la Licorera sigue medio
abandonada, el hotel de la Universidad del Valle lo mismo y las bodegas del
ferrocarril ya ni siquiera son cárcel. Pero lo mas seguro es que nada de lo
mencionado se haga. Seguirán los previsibles retenes de control para pedir
“papeles” y las explicaciones emocionales o burocráticas; en eso estamos hará
hace 51 años el próximo 7 de agosto.
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