Cali se volvió sucia, ruidosa,
desordenada, insegura y muy fea. Vulgar, frívola y ridícula. Con preocupante
frecuencia sus alcaldes terminan en la cárcel y hoy parece que nadie viera por
ella. Como si se tratara de un castigo, produce aflicción y dolor. Aquí todo
son dificultades. Da vergüenza; pena, como decimos acá, y por supuesto no es
una visión pesimista.
El
hecho es que preferimos no mirar los errores del TransMilenio. En lugar de
evitar repetirlos aquí, estamos agregándole al Mio unos mas. No es nuestro sino
de los asesores brasileros que en contra de las recomendaciones de la
Universidad Nacional insisten en pasarlo (mal) por la Calle 13 para no tener
que repetir parte de su trabajo. Lo que da pie para que Metrocali, en contra de
la recomendación del Plan del Centro Global, no estudie la posibilidad de
juntar los dos sentidos por la Calle 15. Pero lo peor esta por venir como ya se
comienza a ver en la construcción del primer tramo en la Carrera Primera. ¿Que
tal hubiera sido lo mismo pero a seis metros de profundidad en la Calle 13?
Cerramos
los ojos a la proliferación en el norte de Bogotá de edificios innecesariamente
altos y próximos, en lugar de limitar aquí sin excepciones su altura a siete
pisos, aprovechando que aun estaríamos a tiempo. Cedemos ante la codicia de
algunos promotores, la complicidad de muchos incautos que les compran y la
mentalidad sub desarrollada de los que aun creen que esas “torres” de
arquitectura mediocre significan progreso pese a que implican –con los carros-
la destrucción de la ciudad tradicional.
No vemos que en la mayoría de
los puentes peatonales es peor el remedio que la enfermedad, e insistimos en
hacer mas en lugar de poner semáforos. No entendemos que estos no solo son para
los carros si no para que los peatones puedan cruzar las calles por las
esquinas con seguridad, y no corriendo peligrosamente. Seguimos sin ver que hay
que ampliar los andenes dándoles los sobrantes que hay en las calzadas, por su
absurdo trazado irregular, en donde de nada les sirven a los carros. Nos
hacemos los de la vista gorda ante la descarada privatización del espacio
público, que es ocupando e incluso construido.
Dejamos
indolentemente que vallas y pasacalles nos sigan apabullando con un exceso de
publicidad que con frecuencia ni se puede leer, pues se tapan unas a otras, y
que no deja ver la ciudad ni sus bellos cerros, ocultándolos con anuncios de artículos de consumo que la
mayoría no puede adquirir y que muchos ni siquiera necesitan. ¿O será que nos
reconfortamos con las fotos de las modelos que parece que lo que anunciaran
fueran sus cuerpos siliconados? ¿Y que tal las antenas que reemplazaron las
Tres Cruces y las que coronan la llamada Torre de Cali?
De seguir dando palos
de ciego Cali seguirá inmersa en su mugre, cubierta de publicidad, agobiada por
“torres”, sin andenes, invadido su espacio público y cercada por la inseguridad
y la violencia. Pero no se deberá tanto a su carencia de recursos como a la
pobreza de la educación ciudadana de sus pobladores (que no ciudadanos), a la
improvisación y falta de cultura de sus dirigentes y a su acelerado crecimiento
poblacional. De nada le servirán su clima benévolo, sus cerros bellos, su
esplendorosa vegetación ni su hermoso rió. Necesitamos lo imposible: un alcalde
que reúna lo mejor de Mockus y Peñalosa.
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