Antanas Mockus dice que el problema de
los colombianos es que somos violentos, desconfiados y tramposos; podría
simplificarse diciendo que somos tramposos: la trampa genera la desconfianza y
finalmente lleva a la violencia. No somos serios, rigurosos, puntuales ni
metódicos: eludimos los hechos con medias verdades o mentiras del todo. Le
damos mas importancia al medio que al mensaje. Le hacemos trampa a la vida: nos
enseñaron que el que peca y reza empata. Es un rasgo cultural; histórico pero
también geográfico, como ya se ha estudiado. Es el caso (poco) ejemplar de lo
que acontece cada vez mas en Cali; por ejemplo.
En
el principio estaban nuestras llanuras y ríos pero especialmente nuestras
montañas, dice David Bushnell (Colombia una nación a pesar de sí misma), y
afirma que ningún rasgo geográfico ha determinado tanto nuestra historia. Las
tres largas y altas cordilleras en que se dividen aquí los Andes, con sus
diferentes climas y paisajes, nos dan nuestras regiones. Dice también que de
los dos notables pueblos de la Colombia precolombina, solo los Taironas, mas
numerosos, fueron los únicos en lograr algo similar a una civilización urbana,
camino en el que apenas avanzaban los Muiscas a la llegada de los españoles. Y
que nosotros aun no alcanzamos aunque ya somos casi 50 millones por lo que el
80% tenemos que vivir en ciudades.
Marco
Palacios y Frank Safford (Colombia país fragmentado, sociedad dividida)
insisten en la segmentación espacial del país y en las divisiones profundas de
su sociedad, ya sean culturales, étnicas, de clase, localidad o región,
políticas o ideológicas. Y Safford (El ideal de lo practico) habla del desafío
de formar una elite técnica y empresarial en un país en el que el trabajo ha
sido considerado por gran parte de sus sectores sociales mas como un mal
necesario que como un medio de satisfacción personal, y en donde toda
iniciativa, porque siempre las hubo, finalmente se estrella contra la Iglesia y
los privilegios.
Malcom Deas (Del
Poder y la Gramática) nos cuenta como Uribe Uribe para demostrarle al Congreso
que Caro no era el único latinista les espetó: NUNQUA ES FIDE CUM POTENTE
SOCIA, a lo que Caro respondió: “¡Horror! Pronuncien bien las silabas finales,
porque allí esta el meollo de la cuestión.” El siglo XIX, cuando se forman
nuestras repúblicas, fue la edad de oro de los lexicógrafos, gramáticos,
filólogos y letrados vernacularizantes, cuyo rol en el surgimiento de muchos de
nuestros regionalismos, propios y vecinos, es evidente. Pero si antes
sacrificábamos un mundo para pulir un verso, ahora acabamos con todo un país
para que los drogadictos del mundo desarrollado sean felices.
Tal vez Emilio Yunis
tenga razón en el porque somos como somos. ¿O será también por nuestra
mentalidad campesina abocada de pronto a desempeñarse en un contexto urbano?
Somos individualistas, clientelistas y cortoplacistas. Solo nos importan
nuestros intereses inmediatos, la familia y la clientela. Nuestra mirada es
estrecha en el tiempo y el espacio. Nos preocupa mas de quien es la idea que la
idea misma. En Cali le hacemos trampa a las normas urbanas y arquitectónicas.
Desconfiamos de todas las propuestas e iniciativas para mejorar la ciudad, pero
hemos permitido que sea la mas violenta del país. Nuestro individualismo es
irremediable; y de ahí sale la trampa.
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