Los premios no
escapan a la política. La Palma de Oro fue otorgada en el último Festival de
Canes al documental de Michael Moore, cuyo carácter oportunista y panfletario
es evidente. Su propósito, de acuerdo con el mismo Moore, es impedir la
reelección de Bush. Quentin Tarantino, Presidente del Jurado, tuvo el cinismo
(el mismo de sus estupendas películas) de decirle que el premio nada tenia que
ver con política y que su película era la mejor, en lo que por supuesto no
están de acuerdo muchos como el critico de cine de Le Figaro o Jean Luc Godard
que lo califica de un mal cineasta que no distingue entre el discurso y la
imagen (Liliane de Levy, El País 04/06/ 2004).
No
hay duda de que el último Premio Pritzker, a Zaha Hadid, tiene también motivos políticos. Como lo observa Felipe Hernández, profesor de la
universidad de Liverpool, está auspiciado por la fundación estadounidense Hyatt
por lo que comporta intereses corporativos y algún tipo de "political
correcness". No se había premiado ninguna mujer (y menos nacida en Bagdad)
y todos habían sido blancos del primer mundo por lo que no sería raro que el
próximo premiado sea un africano negro pues ya han premiado a tres
latinoamericanos. En otras palabras, concluye, el enorme éxito del Pritzker lo ha comprometido políticamente
(como le pasa a todos los premios, incluyendo el Nobel, con el que se lo
compara), y se pregunta con razón si la Bienal Colombiana de Arquitectura
(expuesta ahora en La Tertulia), no sufrirá de lo mismo.
Esta
vez el Premio al Diseño Arquitectónico, Fernando Martínez Sanabria, se le otorgo
a la Casa del Pueblo y Biblioteca Pública en Guanacas, Cauca, de Simón Hosie
Samper pe20gfdsaambién la merecía. Como hace dos años, la escogencia fue
política o, peor, demagógica. Se pasaron por alto obras significativas para la
arquitectura y las ciudades colombianas y de lejos mejor diseñadas y
construidas. Y hace cuatro lo que importaba era no darle por sexta vez el
Premio a Rogelio Salmona. En esta ni siquiera apareció en el libro respectivo
su biblioteca, la Virgilo Barco, en Bogotá, el mejor y mas revelador edificio
de los últimos años en el país, pues no fue inscrito, pese a que con las
bienales lo que se pretende, supuestamente, es difundir lo mejor de la
arquitectura nacional.
Cada
vez hay mas edificios importantes en Colombia que no se mandan a las bienales.
La mayor parte de los jurados recientes carecen de un trabajo crítico o teórico
conocido, son celosos de sus colegas cercanos y ya no visitan las obras que
premian. Y hay una sorda lucha generacional. Como
dijo el historiador del arte Ernst Gombrich: "El impulso de diferenciarse
puede no ser el mayor y más profundo elemento en las dotes de un artista, pero
raramente suele faltar." Pulsión muy preocupante en la arquitectura pues
los edificios siempre pasan a formar parte de entornos urbanos o rurales que
son anteriores a ellos y en los que los monumentos a la vanidad no hacen si no
dañarlos. Es el gran pecado de los arquitectos. Y de las bienales.
Comentarios
Publicar un comentario