Poco deportivamente el Cali se apropio
de la calle frente a su sede del norte de la ciudad. La Clínica de los Remedios
convirtió el borde del río en el estacionamiento de los visitantes de sus exclusivos
enfermos. El Hotel Dann demolió el sardinel del amplio andén de su nuevo salón
de convenciones para convertirlo en su “parqueadero exclusivo”. El
Intercontinental no solo se apropió de la acera para su concurrida pizzería
sino que por las mañanas prohíbe la circulación mientras limpian “su” piso. Los
locales al otro lado del gato de Tejada se han apropiado del anden para su
estacionamiento privativo y para hacer materas. Ante estos atropellos la
reacción de las autoridades fue quitar las empanadas de El Obelisco pero dejar
el parqueadero “privado” para sus clientes que este hotel hizo ilegalmente
junto al rió. Las empanadas volvieron pero los carros siguen allí. Son muchos
los malos ejemplos.
Deberíamos ser todos
hinchas del América (que además es mejor equipo), no recurrir a la Clínica de
los Remedios sino en casos de extrema urgencia, no volver a la pizzería del
Inter (hay muchos otros, variados y mejores restaurantes en El Peñón) y cuando
tengamos que ir sin remedio al Dann, estacionar los carros en la calzada para
que los bárbaros no puedan subir sus narcoburbujas al anden. Mientras se pueda,
por supuesto, pues las autoridades no tardaran en prohibir estacionar también
en esa calle. Porque es que no han entendido aun que los carros además de circular
deben también poderse detener y estacionar a lo largo de las vías -y no en los
andenes- en los que está prohibido terminante pero inútilmente en el nuevo
Código nacional de transito; ni siquiera multan a los infractores.
También deberíamos
evitar a los vendedores que se han tomado las estrechas aceras del Centro y
comprarles únicamente a los que se han instalado en las plazas y calles
peatonales en las que al menos no perjudican a los peatones al obligarlos a
caminar por las calzadas. Y exigirle a las autoridades que estudien seriamente
la posibilidad de designar áreas adecuadas con este propósito pues aunque esta
solución se les ha dado a conocer no la han considerado aun. A diferencia de
los establecimientos nombrados arriba, a los que mínimo les debería dar
vergüenza su descarada apropiación del espacio público, el de los vendedores
informales es un inevitable rebusque al que se ven avocados muchos en este
país; pero se podrían obligar a que lo hagan en orden y pagando un derecho
aunque sea mínimo si las autoridades lo fueran.
Muchos
se quejan de ellos pero pocos del abuso de los hoteles mas distinguidos de la
ciudad ni del comportamiento ilegal y agresivo de los ricos viejos y nuevos que
trepan sus carros a los andenes. Únicamente cuando el voto no sea apenas de
opinión sino también informado, y llegue a la elección de alcaldes y
concejales, que deberían ser reelegibles, será posible una política urbana
participativa y culta que permita mejorar nuestra precaria democracia, nuestras
ciudades y la vida en ellas. Mientras tanto El Pais, por ejemplo, podría
abanderar una loable iniciativa para devolver los andenes a los peatones en
Cali eliminando el parqueadero exclusivo que improviso frente a sus
instalaciones. Además, después del atentado al Nogal en Bogotá, ya se sabe que
seria mas seguro que nadie se estacionara allí.
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