Casi nunca la información sobre nuestra
ciudad y región es completa, sistemática y rigurosa; ni concluyente cuando es
posible. Fue mas fácil saber cuantas personas marcharon en protesta por el
arboricidio que se viene que saber cuantos samanes estábamos defendiendo y no
sabemos aun cuantos son indispensables para conservar la vieja alameda de la
cual forman parte, ni mucho menos cuantos habría que sembrar para completarla
pues ya está diezmada, pues esto ni siquiera se ha pensado. Nunca supimos
porqué los buses articulados no son de plataforma baja pese a que lo hemos
preguntando desde hace por lo menos tres años, y aun muchos no saben en que
consiste la diferencia. Ni porqué no quemarán alcohol vallecaucano sino
contaminante Acpm, ni porqué se les suprimió la caja automática ni si se les va
a quitar el aire acondicionado o no. Tampoco el porqué de la insistencia en
pasarlos por la Calle 13 pese a que nos habían convencido de que la única
manera era enterrándolos. La información de Metrocali sobre el sistema de
transporte colectivo de la ciudad a sido fatal. De nuestro no tiene sino el
tramposo Mio.
Y que tal la edición
de Semana dedicada al patrimonio nacional. En ella no existimos. Solo María, mas faltaba, y una
mínima foto del antiguo Hotel Alférez Real para ilustrar un pequeño texto sobre
el Archivo Fotográfico del Departamento. La bellísima Torre Mudéjar, única en
el Nuevo Mundo, no vale para ellos, ni la Merced ni San Antonio, ni el centro
histórico de Buga ni la Casa del Virrey en Cartago, pese a ser monumentos
nacionales. Como lo son tambien muchas de las cerca de 25 notables casas de
hacienda que hay en la región. Nada de nuestra abundante arquitectura Español
Californiano y Neocolonial, y menos aun de la Art déco, ni los edificios de
Leopoldo Rother en Palmira ni los Laboratorios Squibb ni la nueva estación de
Cali. Ni ninguno de los muchos edificios y casas de las décadas de 1950 y 60
que se levantaron aquí y que son ejemplo de la mejor arquitectura de esa época
en Colombia. Y solo hablan superficialmente del mismo puñado de “arquitectos
jóvenes” de Bogotá y Medellín que siempre mencionan en Semana en los artículos
sobre el tema como si no existiera mas y mas pertinente arquitectura actual en
el país.
Y está, claro, la vergonzosa “Falla
vial del Valle”. Los grandes y costosísimos puentes ya terminados sobre el Rió
Cauca, pero que no se pueden usar, son fáciles de contar. Son tres; lo mismo
que el del Hormiguero cuya reparación parece eterna. Pero cuantos mas hay en la
misma situación ¿Alrededor de veinte? Cuántos hay iniciados y abandonados
temporal o definitivamente ¿unos diez? Cuantos kilómetros de carretera
terminados y debidamente señalizados (es un decir del que nada se informa)
están listos pero no se pueden usar por falta de puentes o sencillas
alcantarillas. ¿Cerca de cien? Y cuanto es el costo de reparar esas nuevas
calzadas cuando se puedan usar pues ya se están deteriorando. Cuántos predios
falta por adquirir, y cuanto valen, para poder poner en servicio esos numerosos
puentes y decenas de kilómetros de carretera ya listos, de los que nos informa
regularmente la prensa con bombos y platillos y gráficos engañosos. En cambio
nunca dijeron que el cruce a dos niveles de Candelaria finalmente se terminó,
aunque muchos no se toman el trabajo de usar sus orejas.
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