"La situación en la arquitectura
moderna es un hecho muy poco satisfactorio, casi tan caótico e irracional como
la situación política del mundo moderno” decía hace medio siglo Lewis Mumford
(La carretera y la ciudad, 1963). De hecho, la
arquitectura y el urbanismo modernos fueron en muchos aspectos un fracaso.
Sobre todo en las ciudades latinoamericanas en las
que, junto con su rapidísimo y voluminoso crecimiento durante el siglo XX,
destruyeron sus pequeños y frágiles cascos coloniales conformados lentamente, a
diferencia de las europeas en donde, cuestionadas desde sus inicios, las nuevas
tendencias poco afectaron sus antiguos, grandes y fuertes centros históricos.
Fuimos los ingenuos conejillos de indias de una modernidad y progreso ideales
con el resultado de que nuestras ciudades son, en general, las mas incomodas,
inseguras y feas de la actualidad. Pero aun no lo reconocemos.
La mejor arquitectura
del mundo siempre ha respondido a la utilitas, firmitas y venustas que indicaba
Vitrubio en su tratado de hace veinte siglos, retomando antiguas tradiciones.
Ha sido hacer que los edificios sean útiles para los usos para los que se
proyectan y las expectativas, costumbres y modo de vida de sus usuarios. Que
sean firmes y seguros, pero adaptables y re usables pues duran mas que los
conmitantes que los solicitan, los fines para los que se proyectan y las
circunstancias en las que se construyen. Que se adecuen con belleza, gracia y
finura a los climas, paisajes, tradiciones, recursos, requerimientos y
circunstancias existentes en las ciudades o lugares en donde se levantan. Que
cuidadosamente se implanten con discreción o se emplacen con majestuosidad,
como también pide Vitrubio.
Hoy se habla de
arquitectura verde, bioclimática, ecoeficiente, apropiada, o sostenible. O, New Vernacular Architecture (Vicky Richardson; 2001), que es la que se ocupa de la renovación de las
tradiciones, técnicas y materiales, la identidad, el paisaje y la arquitectura
cívica, o de retomar las propuestas del Regionalismo crítico (1985) de Kenneth Frampton. Aspectos
todos propios del lugar. Deberíamos, pues, estudiar las maravillosas
arquitecturas tradicionales del mundo similares a la nuestra, buscando una
arquitectura pertinente a nuestras circunstancias, incluyendo nuestra propia
tradición moderna. Pero pasando la cuchilla de Occam por lo superfluo o
vanamente de moda y evitando caer en lo tontamente folklórico, decididos a
alcanzar una estética propia de los sitios construidos, a partir de una ética
con los lugares preexistentes.
Sería una búsqueda
culta para encontrar formas, usos y técnicas adecuadas que caractericen lo
local equilibrándolo con lo universal en un mundo que irremediablemente se
globaliza rápidamente. La arquitectura, mas que otras manifestaciones de la
cultura, siempre ha estado fuertemente determinada por el lugar y el cosmos; la khòra. Y la imperiosa necesidad actual de que
sea sostenible hace que de nuevo sea ineludiblemente condicionada por el lugar.
Por eso es en los paradigmas del pasado, en los que arquitectura y lugar son
dos caras de la misma moneda, en donde se puede iniciar un nuevo canon que nos
ayude a una correcta respuesta a su futuro. Hay que seguir el ejemplo de los
arquitectos que aquí y en otras partes fueron o son precursores en esto y
estudiar sus obras críticamente.
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