La principal razón para desistir del
tren ligero por el corredor férreo, sin siquiera considerarlo para el futuro,
fue (supuestamente) su alto costo; y este se debía en buena parte a la línea
subterránea que lo conectaba con el centro de la ciudad. Pues bien, para el
paso por allí del sistema de buses articulados se opto por un par vial por las
calles 13 y 15 pese a que las estaciones de un sentido de circulación quedarían
a dos cuadras de las del otro con todos los inconvenientes que esto implica. El
problema es que por la 13 no cabe (como se sostuvo en esta columna desde el
principio), y la solución ahora es enterrarlo (el alto costo ya no importa),
mientras se mantiene el otro tramo en la superficie por la 15. Pero lo grave es
que no se trata de un tren eléctrico sino de ruidosos y contaminantes buses con
motor Diesel, por lo que no sería un túnel, como en cualquier metro, sino una
zanja.
Por supuesto la
solución es juntar en la calle 15 los dos sentidos pues a diferencia de la 13,
que tiene edificios altos a lado y lado, se podría ampliar después por su
costado oriental, si fuera necesario, y a un costo mucho menor que el de la
construcción de la zanja. Solución que proponen los responsables del Plan del
Centro Global (Sociedad de Mejoras Publicas, Sociedad Colombiana de Arquitectos
y las universidades del Valle y San Buenaventura), con la que concuerda el
Alcalde y que defiende actualmente el Director de Planeación en Bogotá. Por que
es que uno de los inconvenientes del MIO es que no es nuestro. Casi todo lo
deciden allá el Gobierno Nacional, el Ministerio del Transporte, Planeación
Nacional y la misteriosa pero omnipresente Banca de Inversión.
Las dificultades del
MIO no son solo pues las licitaciones, adjudicaciones y contratos mencionados
por los transportadores locales, sino la concepción misma del proyecto. Aunque
afortunadamente Metrocali acogió la iniciativa de la Seccional del Valle de la
SCA para diseñar por concurso público el espacio urbano afectado, la realidad
es que muchos a estas alturas no comprenden la importancia básica que para todo
sistema integral de transporte publico tienen los peatones. Es que la gente va
caminando a las paradas o estaciones de los vehículos que prestan el servicio,
cualesquiera que sea su tipo, desde sus casas o lugares de trabajo o de
compras, diversiones y servicios, y que prefiere hacerlo por andenes amplios y
llanos por su eficiencia, confort y
seguridad; y placer, como insiste Peñalosa. Pero es que los que deciden en
Bogotá poco caminan (al menos en el país, ala) y nunca en Cali.
Basta
para preocuparse mucho pensar cómo seria esa zanja de seis metros de
profundidad y mínimo siete de ancho llena de ruido, calor y contaminación,
atravesando el centro la ciudad de lado a lado, con puentes para que las calles
puedan pasar por encima, y que se convertiría prácticamente en una sola parada
pues las tres o cuatro con las que se hizo el concurso resultaron a la larga
insuficientes. Y si se considera el hecho, comprobable en la ampliación de la
Circunvalación, de nuestra actual incapacidad para acometer bien obras de esta
envergadura, sobra para entender que sería el entierro del MIO. Ese muy
importante y urgente proyecto, pero mal concebido a la carrera, con el que
sueñan tantos cándidos de la ciudad que ven en él su salvación.
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