Lo que se comprobó en las elecciones
pasadas fue la vieja polarización del país. Desde que comenzó a crecer
aceleradamente hace un siglo, el paso de muchos pueblos y pequeñas ciudades a
grandes conglomerados escindió la sociedad agraria anterior. Cerca del 80%
vivimos en ellos, aunque no todos somos verdaderos ciudadanos pues buena parte
son emigrantes recientes o desplazados del campo, dados a la abstención o
victimas fáciles del populismo. Pero con excepción de Barraquilla, fue en las
regiones mas urbanizadas, como el eje cafetero, Medellín y sobre todo Bogotá
(pero en mucho menor grado el Valle del Cauca, especialmente Cali), en donde
mas se votó y mas concientemente, y en donde el referendo ganó o estuvo mas
cerca del umbral.
Se ha dicho que
triunfó la llamada izquierda democrática y que es bueno para el país pues le
demuestra a la guerrilla (como si todavía le importara) que se puede llegar al
poder sin violencia, y que lo hicieron personas de origen humilde (como si esto
fuera mas importante que sus ideas y capacidades). ¿Pero será bueno para las
ciudades? Mayor inversión social fue lo que mas alegaron (de boca para fuera)
los que apoyaron a Lucho Garzón. Pasaron por alto que la gran mayoría del gasto
en la capital en los últimos años fue en educación, salud y vivienda y demás
ítems que se consideran de interés social como si la ciudad toda no lo fuera.
Contra toda evidencia la recuperación del espacio publico, las bibliotecas y
los parques no se consideran como inversiones que tienen consecuencias
sociales. Se llego a decir que lo de Peñalosa había sido simple maquillaje.
Seguimos
sin entender que una escuela, colegio, puesto de salud, hospital, restaurante
para niños pobres o estación de policía son edificios y que entre ellos y lo ya
construido conforman nuevos espacios urbanos públicos o alteran o complementan
los existentes. Hacen ciudad. Si su arquitectura y urbanismo fueran mejores
entonces el espacio público sería mejor y por consiguiente la calidad de la
vida en la ciudad también. Planificar, diseñar, construir y mantener mejores
vías, medios de transporte, edificios y espacios urbanos (calles, plazas y
parques) públicos, no es mucho mas costoso pero en cambio sus implicaciones
sociales son considerables: dignifican la vida los ciudadanos, principalmente
la de los pobres, y la hacen mas eficiente, segura y placentera.
Por eso el Alcalde lo
debe ser de la ciudad y no solo de sus ciudadanos. Y de todos y no apenas de
los mas necesitados. Su responsabilidad principal es con la ciudad, como
artefacto, pues no hay ningún otro funcionario ni institución del Estado que lo
haga. Y principalmente de su centro pues es en donde todos confluimos. Es muy
preocupante que en el discurso de nuestro nuevo Alcalde no aparezca nunca
ninguna referencia a la calidad arquitectónica del espacio urbano de Cali ni
mucho menos a la de los edificios que lo conforman. De las calles, que son los
mas importantes espacios públicos de la ciudad, lo único que ha sentido son sus
huecos cuando va en carro. De los andenes, ciclovias y carriles para las
motocicletas nada, a pesar de que son los pobres los que mas los tienen que
usar pues los ricos, aunque pagan aquí los impuestos con los que se puede hacer
inversión social, no se bajan del automóvil y solo caminan en Bogotá, Miami o
París.
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