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El presente del Mio. 13.12.2007


El costo de todo el proyecto se calculó inicialmente en 1.2 billones de pesos. La Nación aportaría el 70% y Cali el 30%, comprometiendo para ello las vigencias futuras de la sobretasa a la gasolina. Pero el presidente saliente de Metrocali (van seis y pronto serán siete) estima que faltan 2 billones más para poder cumplir plenamente con los objetivos originales de brindarle a la ciudad beneficios urbanos, sociales y ambientales, y prestarle un servicio con eficiencia, confiabilidad y comodidad. Lo malo es que Cali no tiene el 30% que le correspondería. En consecuencia, como afirma el arquitecto Juan Marchant (El MIO días antes del “cajón” 10/2007), una parálisis financiera podría dejar por un largo tiempo las obras sin terminar y dañándose, como ya está pasando en la Primera y la Quinta, y la ciudad semi desbaratada. Pero lo mas probable es que el proyecto solo sea drásticamente recortado pues los negocios puestos en juego trataran de salvar las inversiones hechas. De hecho los transportadores, a los que ya hicieron adquirir los buses, acaban de proponer que el recaudo sea manual.
Igual que con los Juegos Panamericanos de 1971 nos ilusionaron con un espectacular impacto urbano que esta vez dizque le iba a cambiar la cara a la ciudad. Y lo grave es que el Mio ni siquiera tendrá el cuarto de hora de éxito del TransMilenio, cuando sus defensores a ultranza viajaban a Bogotá a “montar” en él, cosa que por supuesto no han vuelto a hacer, y ni siquiera se dan por enterados de las quejas repetidas de sus usuarios en la prensa. Como lo dice Marchant, el Mio nos lo impusieron desde la capital y aquí lo aceptamos sumisamente. Los alcaldes y directores de planeación solo han podido ser testigos mudos del desorden causado en la ciudad pues, para rematar, su diseño técnico y financiero se le entregó a una banca de inversión. Y casi nadie previo el daño que se le haría a la ciudad al tratar de pasar por sus vías un Metro de superficie pese a que no cabía bien en ellas, como se advirtió en esta columna desde el principio. Lamentablemente y como insiste Antonio Caballero, las ciudades colombianas no son serias (Semana12/11/2007).
Para enderezar a tiempo el futuro del Mio lo mas y mejor posible, es necesario que recordemos su pasado y nos enteremos críticamente de su presente. Primero que todo tenemos que entender la importancia de la ciudad en tanto que artefacto, y cómo lo social es inseparable del mismo. Ver que un Mio sin andenes amplios y llanos que lleven a el es un despropósito. Que las calzadas no pueden quedar mas altas que estos sin comprometer la vida urbana. Que es de lejos mejor tener semáforos sincronizados que puentes peatonales que no se pueden usar y afean el espacio urbano. Que los que sean imprescindibles tienen que tener ascensor. Que una cosa son los samanes y otra la alameda de la Quinta. Que es peor hacer las obras mal que no hacerlas. Que no todo lo costoso es bueno y que por lo contrario hay acciones muy económicas que serian enormemente beneficiosas para la ciudad. Que su belleza no es un lujo ni es prescindible. En fin, que se trata de la calidad de la vida en la ciudad. Ya fuimos la sucursal del cielo y aun lo podríamos volver a ser.

 


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