En uno de los eventos organizados hace
poco por la Escuela de arquitectura de la Universidad del Valle para celebrar
sus 60 años -y al que el nuevo alcalde de Cali ha debido asistir-, Sergio
Fajardo habló de la importancia de los colegios y bibliotecas construidos por
su administración en Medellín (siguiendo el ejemplo de Peñalosa en Bogotá).
Pero, lamentablemente, dejo saber que su arquitectura se la dejó a los
arquitectos por no saber de eso. Fatal error. ¿Que tal que el faraón Zoser no
hubiera sabido que lo que pretendía hacer Himhotep en Sakkara era la primera
pirámide? Y desde luego Thomas Krens, director del museo Guggenheim, sabía muy
bien que se traía Frank Gehry entre manos, y por eso convenció a las
autoridades de Bilbao de escogerlo a dedo.
Fajardo se justificó
destacando que todos los proyectos han sido por concurso, lo que está muy bien
y es ejemplo para Cali, mas no todo lo construido en Medellín es bueno para la
ciudad. Sin embargo, la responsabilidad no es de los arquitectos, que los hay
muy buenos en el país, si no de los malos jurados, que aquí hoy se conforman
burocráticamente, y de la equivocada organización de los concursos. Pero sobre
todo es evidente la falta de asesores en temas urbanos y arquitectónicos en
nuestras alcaldías, como lo fue Oriol Bohigas en la de Pasqual Maragall, quien
continuó las iniciativas de Narcís Serna para trasformar a Barcelona con el
pretexto de las Olimpiadas. O, mejor, de un Arquitecto de la ciudad, como
existe en muchas, que vele por la contextualidad de lo nuevo y las pre
existencias ambiéntales, presentes en las ciudades, las que siempre son
históricas.
No obstante, como lo
dijo el famoso arquitecto neoclásico alemán, Karl Friedrich Schinkel
(1781-1841), “Lo histórico no es aferrarse tan solo a lo antiguo, o repetirlo;
de este modo se acabaría la historia. Actuar históricamente es producir algo
nuevo, para continuar así la historia.” (Varios: Teoría de la arquitectura /
del Renacimiento a la actualidad, 2003). Que lo nuevo tiene que ser histórico,
muy bien lo sabía Pericles y lo entendieron Ictino y Calicrates cuando
concibieron el nuevo templo de Palas Atenea en la Acrópolis de Atenas, tan
nuevo pero tan viejo que sigue insuperable. Justo por no considerar la historia
de la ciudad es que fallan vulgarmente en Medellín algunas de sus nuevas
bibliotecas, lo que les dificultará cumplir a cabalidad con su objetivo.
La arquitectura
siempre ha sido para el poder, pero ahora debería estar al servicio de los
ciudadanos. Sus lideres democráticos tendrían que saber tanta arquitectura como
Luis XIV cuando escogió a Charles Le Brum, Louis Le Vau y André Le Notre para
transformar el viejo pabellón de caza de Luis XIII en el Castillo de Versalles.
Penosamente, con la modernidad la arquitectura se volvió un hueco en la cultura
en Colombia, y nuestros concejales y alcaldes recientes apenas están enterándose.
Pero no basta con hacer construcciones: su arquitectura tiene que ser la mejor
y la pertinente para cada ciudad. Cali precisa tanto de un Alcalde, como de un
Arquitecto que le de coherencia a los concursos con los que se deberían
seleccionar los proyectos de los muchos edificios y espacios públicos que le
faltan.
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