Con la arquitectura el hombre logró que
sus muertos vivan y creer en sus improbables dioses. ¿Quién recordaría 45
siglos después a Keops, segundo Faraón de la IV Dinastía, si no por los 147
metros de altura y 230 de lado de su mágica pirámide en Ghizeh? ¿Y quien a
Kefren, su segundo hijo, o a Mikerinos? Sabemos de Mumtaz-i-Mahal por el
magnifico mausoleo que el emperador Cha Yihan levantó en Agra a su amor eterno.
Hace 35 siglos en Karnak el Gran Templo alcanzó los 354 metros de recorrido en
busca de Amón, y 33 en Tchoga-Zambil que el zigurat se alzó 53 buscando a los
dioses, como lo hicieron las pirámides Mayas y Aztecas. Y el Panteón, Hagia
Sophia, San Marcos, Speyer, Compostela, Saint Denis, Notre Dame, Chartes,
Reims, Westminter Abbey, la Mezquita de Córdoba, Santa Maria del Fiore, San
Pedro, San Pablo, la Catedral de Sevilla, la de México, la Sagrada Familia ¡y
sin terminar!, son enormes para albergar a Dios, que es grande como repiten los
musulmanes, y para que multitudes crean en Él hace milenios. El Escorial,
tumba, templo y palacio, fue concebido a la imagen (desconocida) del Templo de
Salomón. Por eso se ha dicho que Dios es el supremo Arquitecto y la Arquitectura
la madre de las artes.
Pero además la
arquitectura ha servido para habitar con dignidad, poesía y placer. Los
egipcios también se ocuparon de lo mundano, los griegos tornaron divina la
belleza del hombre en el Partenón y los romanos la volvieron terrenal con las
Termas de Caracalla, la Basílica de Constantino, el Coliseo o su Teatro en
Orange. Akenatón en Aketatón, Adriano en Tivoli, Diocleciano en Spalato. Muchos
patricios en sus villas imperiales. Reyes, condes y duques en los castillos
medioevales de Europa toda y en todos los encantados de La Loire, califas en
Medinat al-Zahra y reyes nasrids en su Alhambra. Monjes en Mont Saint-Michele.
Príncipes renacentistas en Italia o Flandes y desde luego cortesanos en
Versalles, Hampton Court Palace, el Palacio de Invierno de San Petersburgo, el
Palacio Imperial de Shishinden o la villa de Katsura en Kyoto. Hasta ricos
colonos como en Cartagena de Indias, o gentes comunes o no en cualquier patio
de cualquier parte en cualquier época, regalo del cielo al decir de los
antiguos chinos.
Ya sin dioses, la
arquitectura ha logrado magníficos aeropuertos como el de la TWA en Nueva York
o el de Kansai en la bahía de Osaka, o bellas estaciones como la de Atocha en
Madrid. Espectaculares estadios como el de Munich. Bibliotecas como la de la
Facultad de Historia en Cambridge. Operas que se volvieron el símbolo de un
país como la de Sydney, mas imponente que la de París. Museos que cambiaron el
destino de una ciudad como el Guggenheim de Bilbao, o lo mantuvieron como la Galería
Nacional de Berlín o el Pompidou o la pequeña Pirámide del Louvre en París.
Auditorios como el de la Filarmónica de Berlín o el de la Universidad Central
de Venezuela. Edificios únicos como el de Wrigth en Nueva York.
Inolvidables pabellones como el de Barcelona. Oficinas como las de Seagram en
Nueva York. Casas notables como la Ville Savoye, la de la Cascada, la de
Tacubaya, México, o Lunuganga en Sri Lanka, y sorprendentes conjuntos de
vivienda como las Torres del Parque en Bogotá. En fin, arquitectos que
identifican a todo un país como Finlandia o Brasil, para seguir hablando de lo
mas reconocido y conocido.
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