Por lo visto hay quienes ya
descubrieron que lo que los nuevos nuevo-ricos del país quieren es vivir en el cielo,
precisamente en el de Cartagena, que cada vez es menos de Indias y mas de
Miami, y piensan que es un buen negocio. Las seis o mas altísimas “torres” de
insulsos apartamentos vidriados, con cocina integral y porcelanato (como si
fuera la gran cosa), que nada pueden tener que ver con el trópico, cuya venta
se anuncia en la prensa nacional con el reclamo de imágenes engañosas, así lo
indica. Por supuesto su innecesaria altura es inconveniente para su seguridad y
comodidad en una ciudad con graves problemas de servicios públicos, y una
verdadera amenaza para la intimidad del recinto amurallado, supuestamente
protegido por ser Patrimonio de la Humanidad. Pero no se trata solo de la
avidez de los comerciantes de propiedad raíz.
Para levantar cualquier edificio, aun el mas pequeño, es impresindible
un cliente que lo financie y entienda y comparta su arquitectura; que le guste.
Que responda a sus deseos, sueños y expectativas. ¿Qué
clase de personas pueden encontrar digno, poético y placentero vivir entre el piso
siete y el cincuenta y siete, al lado del mar, como volando en un avión quieto,
si no es porque creen que están mas cerca de los dioses? Del dios dinero y la
diosa moda por supuesto. Gracias a la escasa gracia de nuestros actuales
hombres y mujeres ya no es Dios el supremo arquitecto si no la diosa
codicia-moda, y la arquitectura se volvió aquí y ahora la última de la artes
que aun quedan. Ojala ellos compraran su salvación en Las Vegas y no en nuestra
mas bella ciudad, periódicamente asediada en sus casi cinco siglos de
existencia por piratas de todos los pelambres.
¿Donde está el
Consejo de Monumentos Nacionales? ¿Dónde la Filial de Cartagena? ¿Quién
autorizó semejante despropósito? ¿Qué dicen los que dicen querer y defender
tanto su Corralito de piedra ? Nadie ha señalado nada y menos, por supuesto,
los curadores y las autoridades municipales. Tal parece que la altura permitida
en Cartagena depende de la capacidad de cabildeo de los promotores de cada
nueva “torre” que se intente construir allá. Para nada parece tenerse en cuenta
los conocidos problemas de infraestructura de la ciudad. Y es evidente que el
área de protección del conjunto monumental es a todas luces insuficiente. ¿De
que sirve conservar integra la ciudad colonial si se la esta dejando sitiar por
altísimos edificios cada vez mas próximos al punto de que se roban su embrujo
de siglos?
Como frecuentemente
pasa en Colombia, estamos sacrificando lentamente otra gallina de los huevos de
oro, y no hay a la vista un general que salve a Cartagena de las “torres”. En
París lo logró Charles de Gaulle hace años, pues allí también quisieron
parecerse a Manhattan, inventándose La Defénse, en donde los franceses
acomplejados con que ya la Tour Effiel no fuera la construcción mas alta del
mundo pudieron satisfacer sus pulsiones de altura, y salvando para todos
nosotros la Ciudad Luz. Porque el hombre siempre ha buscado a Dios en las
alturas y cuando ha sido necesario vivido en ellas, al menos desde las
“insulae” romanas como la Casa de Serapide en Ostia con sus cuatro altos pisos
de viviendas, hasta Hong Kong la ciudad con mas rascacielos en el mundo. Pero
lo de Cartagena ya serían seis pecados sin perdón posible.
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