En las 25
obras consideradas las mas destacadas en el país desde 1981 por un muy
respetable y completo comité que las escogió para la edición del aniversario de
los 25 años de la revista Semana (2007), solo hay una de Cali; las demás están
en Bogotá y Medellín, o en Cartagena, Inzá y Bucaramanga pero realizadas por
arquitectos que trabajan en la capital. Igualmente, entre las 42 obras de la exposición Arquitectura en Colombia y el sentido del lugar, últimos
25 años (2004), realizada por la SCA de Bogota y Cundinamarca,
actualmente viajando por todo el mundo, solo hay tres de Cali pero una de ellas
diseñada en Bogotá. Finalmente, del total de 46 obras premiadas en las
últimas 12 Bienales Colombianas de Arquitectura apenas hay 4 en Cali, una de
ellas proyectada conjuntamente con arquitectos de Bogotá.
Y solo una, el reciclaje de una
sencilla vivienda en San Antonio, “entre la reflexión teórica y la respuesta
proyectual“, como la considera el comité de Semana, está presente en estos tres
importantes eventos que abarcan un periodo de la arquitectura colombiana que
podríamos considerar como el de su pos modernidad.
Por lo contrario, hace medio siglo
buena parte de la mejor arquitectura moderna que se hizo en Colombia estaba en
Cali. Por su parte, aunque en rigor aquí hubo en el siglo XIX muy poca de la
llamada arquitectura republicana, los edificios, ya moderno-historicistas, de
principios del XX son, junto con los de Barranquilla, de los mejores de
Colombia. Y sin duda la Torre Mudéjar, de finales del siglo XVIII, es uno de
los mas importante edificios coloniales no solo del país, lo que llevo a
Santiago Sebastian a llamarla la mas bella de América; y no era la única pues
estaba también la de San Agustín (luego Santa Librada), y quedan La Merced y
las grandes y bellas casas de hacienda coetáneas, como Sachamate, Cañasgordas y
Arroyohondo.
Desde luego que en Cali hay otras
obras que merecerían estar en los eventos mencionados, pero la realidad es que
son pocas y que pese al auge de la construcción en las ultimas décadas y a que
sus dos escuelas de arquitectura ocupan año tras año los mejores puestos en las
pruebas de estado, su arquitectura ya no es tan buena como la de antes, la que
de contera demolemos sistemáticamente como el hotel Alférez Real, el Palacio de
San Francisco o varias muy buenas casas de Borrero Zamorano y Giovanelli, Lago
y Sáenz o Heladio Muñoz, o la desfiguramos, como el bellísimo Club Campestre o
el San Fernando original.
A partir de los Juegos Panamericanos
de 1971, la implantación del sistema Upac pocos años después y la penetración de
la cultura del narcotráfico, ha primado el mercantilismo y la moda trasnochada
de las revistas de moda tan cara a los nuevo ricos. No es sino ver los centros
comerciales, o los conjuntos de vivienda paradójicamente diseñados muchos en
Bogotá. Son miles de metros cuadrados construidos que hubieran podido tener
mejor arquitectura, conformando una mejor ciudad y por lo tanto propiciado una
mejor calidad de vida en ella. De ahí lo importante de la importancia que
Semana le dio a la arquitectura y a la obra y figura de Rogelio Salmona en la
edición mencionada.
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