La moderna zonificación urbana eliminó
la variedad de actividades y animaciones propias de la rica vida de las
ciudades tradicionales. Como aun sucede en los barrios viejos, como San Antonio
en Cali, en ellas convivían familias socio-económicamente diferentes pero
interactuando en una misma cultura. Esto fue reemplazado por la exacerbación
del antagonismo de las clases sociales debido a su estratificación en sectores
excluyentes de acuerdo con sus ingresos. Decisión que sumada a los “centros” de
gestión, servicios, comerciales, educativos y deportivos, y a las unidades
cerradas de vivienda, convirtieron zonas enteras de las ciudades en dañinos
enclaves muy aislados unos de otros pero que tampoco son autosuficientes.
Las calles, que fueron durante siglos
para la gente, se ampliaron para los carros demoliendo el frente de las casas.
Los retrocesos las llenaron de feas e inseguras muelas pero casi nunca se
lograron nuevas vías modernas y casi todas quedaron incompletas. Sus fachadas
corridas fueron reemplazadas por volumetrías individuales y alturas irregulares
que deformaron su espacialidad y ocultaron la importancia y belleza de cúpulas
y torres, las que fueron suplantadas por grotescas publicidades. Sus estrechos
andenes se llenaron de invasiones, de postes que por falsa economía se ponen de
cualquier manera, y de carros que se trepan violentamente en ellos,
comprometiendo su belleza, disfrute y seguridad. Y continúan las demoliciones
de "casas viejas" y el empeño en desaparecer los centros históricos y
la ciudad tradicional.
Aprovechando normas
ambiguas, que los politiqueros procuran que lo sigan siendo, se construyeron
edificios altos en medio de manzanas tradicionales que invadieron la privacidad
de los patios vecinos y dañaron los perfiles existentes. Y como no son exentos
sino entre medianeras, generan enormes y feas "culatas" que se tratan
de tapar después con propagandas o, aun peor, "obras de arte". Modas
que solo colman la codicia de sus propietarios y la ignorancia de los que los
identifican con el progreso sin importar que estén en zonas de alto riesgo
sísmico, ni que no sean significativos para aumentar la densidad de nuestras
ciudades pues en general son pocos. Estas siguen siendo muy bajas y extendidas
para que los terratenientes que las rodean puedan cambiar el precio rural de
sus tierras por uno urbano más alto.
Es evidente el total fracaso de la
arquitectura y el urbanismo en nuestras ciudades debido al uso acrítico y
trivial de los paradigmas de la arquitectura moderna, al tiempo que se olvidaban
sus aciertos y se utilizaba su gran desarrollo tecnológico para construir
"torres" y satisfacer caprichos y no para mejorar e innovar la
arquitectura domestica. Hace años que en otras partes se inicio la recuperación
del espacio urbano público, el patrimonio, el lugar (clima y paisaje), lo
regional y la memoria colectiva; y que recobró preeminencia el que la
arquitectura vuelva a ser "el arte de construir" la morada del hombre
atendiendo tanto a sus necesidades físicas como a sus símbolos, esperanzas y nostalgias.
Un nuevo-viejo hábitat que vuelva a ser sostenible igual que la ciudad.
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