Cuando se construyó hace mas de medio
siglo, sin duda un acierto, se cometió el grave error de no cerrarla. Y era
perfectamente posible pues se trataba de una vía totalmente nueva sin entradas
ya establecidas a fincas y casas. Pero habría que haberla pagado mediante
peaje, y no por valorización, lo que obligó a permitir el acceso a ella a los
propietarios vecinos y a los que se beneficiaron después. Por eso, ahora que ya
hay peaje, lo mas importante es cerrarla. Las servidumbres existentes se pueden
solucionar por otras vías o prolongando los actuales carreteables laterales,
pavimentándolos, aprovechando que la zona de la vía es afortunadamente muy
amplia, antes de que se ocupe como ya lo comenzaron a hacer sus concesionarios
actuales para sus oficinas.
En todas las vías con
cobro hay un retorno o una salida antes del peaje para que se pueda abortar el
viaje a último momento. Pero en La Recta, ante la imposibilidad de echar
reversa (no faltaría quien lo haya intentado y se regrese en contravía), toca
atravesar como se pueda el separador por una de esas trochas que se han hecho
espontáneamente, con el riesgo de quedar empantanado en el fondo. Debe ser por
que en Colombia insólitamente (e inconstitucionalmente por lo del derecho a la
movilidad) casi todos los peajes son obligatorios, pues no hay rutas
alternativas para que uno pueda escoger. Y , en últimas, por que se trata de
una autopista de mentiras. O, a medias si es que eso es un consuelo.
Después de invertir
mucho en unos terceros carriles, que no necesitaba y aun incompletos donde
serían mas útiles, y de aumentar su velocidad a 100 K/H, contradictoriamente se
instalan casi todo el tiempo retenes a mitad de camino. Sus bolardos naranjas,
para que los carros aminoren la velocidad, están peligrosamente puestos, y uno
de los retenes es con frecuencia para pedir el certificado de gases y demás
papeles del caso. Por supuesto los controles deberían estar junto a los peajes,
como es usual en otras partes. Pero aquí a nadie le importan estos detalles ni
el contaminador hato que continua pastando allí como Don Diego por su potrero,
ni la maquinaria agrícola que transita lentamente o los larguísimos trenes de
transporte de caña, ni las bicicletas que no usan la cicloruta, ni los peatones
que cruzan corriendo debajo de los puentes peatonales junto con otros animales.
Son pocos los que se
dan cuenta de que los accidentes de transito en las carreteras y calles de
Colombia cobran mas vidas que la inútil guerra contra el narcotráfico. En la
prensa siguen sacando descrestadoras “mentigrafías” de la “falla” vial del
Valle, pensando con el deseo, y la gente sigue diciendo que es una autopista,
como si nunca hubieran transitado por una de verdad, lo cual es cierto pues en
el país no hay ninguna. Incluso los que si las conocen en el exterior tienen el
extraño complejo de que si aquí no existen, al menos nos tenemos que contentar
con su nombre. Y las protestas por el peaje son por su costo y no por lo que se
deja de hacer con su recaudo y menos aun por lo que se hace mal, como talar los
árboles de Doña Rosita en lugar de poner barreras metálicas laterales y
podarlos.
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