Ya lo manifestó Gustavo Moreno hace
unos días en su columna de El País de Cali: el sueño de Bolívar se volvió una
necesidad inaplazable. Pero no es simplemente comercial. Compartimos con
Venezuela, Ecuador y Panamá, geografía e historia, climas y paisajes, y
tradiciones urbanas, arquitectónicas y constructivas antiguas y modernas. Somos
el trópico latinoamericano. Cali y Caracas tienen sorprendentes aspectos en
común relativos a sus gentes, panoramas y meteorología. Su estupendo metro, con
sus estaciones abiertas al cielo, ha debido ser el modelo para el nuestro que
puede aun estar todo él a la luz del día. El Edificio Venezolano, donado
generosamente a Cali por los venezolanos después de la explosión del 7 de
agosto de 1956, es uno de los mejores de la ciudad. Es análogo a los diseñados
para Caracas por Carlos Raúl Villanueva, autor tambien de la admirable sede de
la Universidad Central de Venezuela, hoy Patrimonio de la humanidad, a quien
deberíamos estudiar, junto con pocos otros muy buenos arquitectos venezolanos,
tanto como a Rogelio Salmona o Alfredo Zamorano y Heladio Muñoz.
Como dice el historiador venezolano Graziano Gasparini en
su Significado presente de la Arquitectura del Pasado, América Latina en su Arquitectura
(l985), la presencia extemporánea del mudéjar, considerado la arquitectura más
auténticamente española, es habitual en las colonias americanas especialmente
en la Nueva Granada y Venezuela, donde es blanco, sobrio y encalado como en Andalucía.
Durante los siglos XVII y XVIII se prolongan en América antiguas tradiciones
formales y técnicas de origen islámico abandonadas en España desde el XVI. En
el siglo XIX compartimos con Venezuela todas las influencias europeas
neoclásicas e historicistas y, a mediados del XX, junto con Brasil, adaptamos
juntos en esta parte del mundo la arquitectura moderna al trópico, lo que
produjo en Cali en las décadas de 1950 y 60 posiblemente la mas interesante
arquitectura moderna del país. Esta se perdió totalmente cuando la construcción
se volvió solo negocio y posteriormente se introdujo el ladrillo a la vista
para imitar las excelentes obras que así estaban haciendo en nuestra fría
capital en donde sí va bien.
Pero no solo
compartimos el pasado sino que, en consecuencia, también concurrimos al futuro,
tal como lo estamos experimentando en estos días. Nuestra alternativa para
sacudirnos de la dependencia cultural de Europa, primero, y después de Estados
Unidos, no es seguir apenas mirando a México, Chile y Argentina, como ha sido
lo usual, sino que tenemos que intensificar el intercambio cultural con
nuestros vecinos. En arquitectura, nuestro norte tampoco está en el cono sur
sino justo aquí y al lado. En Cali tenemos mas que aprender de Caracas que de
Buenos Aires, Santiago, San Pablo o México D.F. Hace años, auspiciado por la
Cámara de Comercio de Cali y coordinado por el arquitecto Francisco Ramírez, se
realizo aquí un evento muy prometedor, al cual, acompañando una generosa
exposición, vinieron varios e importantes arquitectos venezolanos. Su conclusión
fue, precisamente, el futuro de la arquitectura tropical. Esta pasado el
momento de renovar esta iniciativa y ampliarla a otros países tropicales. La
Cámara de Comercio, la Sociedad Colombiana de Arquitectos y nuestras dos
escuelas de arquitectura, lo deberían hacer.
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