Si no fuera por los cerros y el río uno
viviría perdido en Cali. Su traza urbana ha crecido mucho y se volvió intricada
en extremo, y su nomenclatura no solo es confusa sino que en el curso de una
generación va a cambiar por tercera vez.
Al contrario de los teléfonos, que comenzaron por tres dígitos y ya van por
siete, debido al crecimiento de la ciudad y a su popularización, pero que
siguen siendo números, su enunciación es un embrollo de calles, carreras,
avenidas, transversales y diagonales, y las placas no son visibles o no
existen. Cuando una dirección está por fuera del clarísimo centro tradicional y
sus primeros ensanches, siempre hay que preguntar por donde queda. Y en la
noche hay que ir con linterna pues las placas, además de pequeñas, casi nunca
están iluminadas.
La
solución puede sin embargo ser fácil. Como ahora, las calles serían las que van
aproximadamente de norte a sur, principiando por las que están al lado de la
cordillera, y las carreras de oeste a este, comenzando al sur de Yumbo,
incluyendo los trazados mas o menos ortogonales aun cuando estén girados.
Solamente las vías largas, que los crucen, serían llamadas transversales e
indicadas con letras, de norte a sur, aprovechando que son pocas. Incluso
podría ser mas sencillo aun, como en Mérida, México, en donde las calles son
pares y las carreras impares, de tal manera que una dirección podría a ser: 9,
2-42 Cali, lo que quiere decir que se trata del numero 42 (los pares a la
derecha y los impares a la izquierda, como actualmente y en general en todas
partes) de la carrera 9ª entre calles 2ª y 4ª, y que hoy sería Carrera 9ª Nº 2-42, Santiago de Cali. Mas del triple de
caracteres.
Desde
luego una nomenclatura eficiente en una ciudad del tamaño –y caos- de Cali es
una necesidad social: mejora la calidad de vida en ella. Sin duda algo de su
violencia callejera se debe a la confusión de su trazado y a la deficiencia o
simple inexistencia de su nomenclatura. Además el que las direcciones sean lo
mas cortas posible implicaría una economía de papel, tinta y tiempo en los
directorios, papelería y sobres en los que suelen ir. En un solo caso parece
ridículo pero cuando son millones se vuelve un aporte a esa ecoeficiencia que
tenemos que adoptar pronto para sobrevivir y sobre todo para vivir mejor. El
que en América se abandonaran los nombres de las calles a favor de su
numeración implica que lo que se pierde en poesía se gane en eficiencia. No
tiene sentido no tener ni una ni otra; como en Cali.
Probablemente
se cambie de nuevo su nomenclatura; y evidentemente es necesario. Pero no es
seguro que se haga bien pues este tipo de iniciativas mas se hacen para
repartir contratos y serruchar que para resolver los problemas de la ciudad;
incluso muchas veces se trata de problemas que no son tales o al menos
prioritarios. Tal es el caso del amoblamiento urbano, la propaganda exterior y
los parquímetros. O las señales de transito que se ponen nuevas igualitas a las
existentes sin siquiera tomarse el trabajo de retíralas. Habría que estar
encima del proyecto de la nueva nomenclatura para garantizarle a Cali que se
escoja una mejor que la existente, pero no es de esperar que a unos ciudadanos
conformistas a los que no les importa el estado y tamaño de los andenes de sus
calles les vaya ahora a importar su nomenclatura.
Comentarios
Publicar un comentario