Hay muchas razones para no construir un
edificio de apartamentos de 12 pisos en El Peñón al lado del esperpento que ya
hay allí aún mas alto. Es imperdonable la destrucción del jardín que existía en
ese lugar, uno de los mas bellos que ha tenido Cali, y que perteneció a la
bonita villa neocolonial levantada hacia mediados del siglo XX en los predios
en donde estuvo la casa de la hacienda El Peñón, que fue del padre de Jorge
Isaacs y en la que se dice que el escritor compuso los últimos capítulos de
María. Desde luego que la villa ha debido ser adquirida por el Municipio para
destinarla a un uso público, como debería hacer el Departamento con la casa
español californiano en donde funcionó el Museo de Historia Natural, hoy medio
abandonada. Pero probablemente lo único que puede evitar la desaparición de lo
que queda de la villa y su jardín es que los caleños gritemos duro y juntos
¡no! al edificio.
No bastará decir que
el barrio es uno de los pocos en la ciudad que ha pasado mas o menos bien de
tener casas de uno o dos pisos a edificios de cuatro o seis. Que dos edificios
muy altos en ese lugar congestionaran las calles y andenes y coparán la
infraestructura de servicios existente. Que se bloqueará aun mas la vista desde
el atrio de la capilla de San Antonio y hacia las Tres Cruces. Que se afectará
mas todavía la intimidad de patios y terrazas que quedan en El Peñón. Que se
dañará el agradable ambiente de barrio tradicional que aun conserva. Que
significará la destrucción de un patrimonio arquitectónico de la ciudad. Que el
proyecto está en contra de las normas hoy vigentes. Que es absurdo vivir en
Cali, con su clima y tamaño, como si se estuviera en Manhattan.
No bastará señalar la
codicia que mueve a muchos en el negocio inmobiliario, ni la falta de
imaginación de los mal pagados arquitectos de quinta de los que con tanta
frecuencia se valen. No servirá comprobar de nuevo que con el embeleco de las
Curadurías Urbanas resultó peor el remedio que la enfermedad. Que es notoria la
incapacidad de Planeación Municipal para controlar las muchas edificaciones
ilegales que se realizan permanentemente en
Cali, incluyendo barrios de carácter patrimonial como San Antonio. Que
la sub cultura mafiosa del narcotráfico penetró por todas partes a los caleños.
Que su mal gusto y vulgaridad se generalizaron. Que los que creen que los
puentes vehiculares y peatonales y las ridículamente llamadas torres significan
progreso urbano, aunque sean innecesarios, están hace tiempo equivocados.
El País debería hacer
una encuesta al respecto; indagar que pensamos los caleños. Ya sabemos que
opinan los vecinos directamente perjudicados, pero ¿que razonamos los demás?
¿Qué dice la Cámara de Comercio de Cali, tan preocupada por la ciudad? ¿La
Sociedad de Mejoras Públicas? ¿La Sociedad Colombiana de Arquitectos? ¿Qué
piensa Camacol? ¿La Lonja de Propiedad Raíz? O los promotores y arquitectos que
están haciendo buenos conjuntos de vivienda en Cali. ¿Nada tienen que decir los
ingenieros? ¿Qué ve el señor Alcalde? Las autoridades ya manifestaron que el
proyecto de El Peñón no cumple con las normas actuales. ¿Las harán respetar
esta vez? Porque el hecho es que en esta ciudad todo el mundo hace lo que le viene
en gana; no es si no ver en que quedó lo de las vallas, por ejemplo: cada día
hay mas y mas grandes.
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