Esta casa de hacienda del siglo XIX se
encuentra en la rica región cañera de "LLanogrande", cerca a Palmira,
y formó parte de la antigua hacienda de los jesuitas de La Concepción de Nima,
la que tomó el nombre de Hacienda Real tras su expulsión en 1767. En 1840 George Henry Isaacs Adolfus, el padre
de Jorge Isaacs, compró parte de las 3.859 plazas del enorme fundo llamándola
La Manuelita en homenaje a su mujer. Después intentó parcelarlo en cuatro
partes que son las mencionadas en María como "las haciendas de tierra caliente
de mi padre". La Rita era la única de toda la propiedad con trapiche y
casa, y allí pasó su infancia el escritor. En 1864 el predio fue rematado y
pasó a manos de una sociedad entre Pío Rengifo y Santiago M. Eder, la que se
disolvió en 1867, cuando Eder adquirió todos los derechos.
Establecido en la
casa, a la que se habían hecho substanciales mejoras como al mobiliario y
menaje de sus numerosas dependencias, Eder dedicó la hacienda al cultivo del
café con semillas y técnicas modernas de siembra importadas de Jamaica. Hizo
semilleros y practicó la poda y el sombrío adecuados, todo lo cual fue novedad
en una región en donde los cafetos crecían silvestres. Fue un cultivo piloto
que a poco se convirtió en el más importante de la provincia. En 1878 era una
imponente y uniforme plantación de 80.000 arbustos, con rendimientos de 100.000
libras de grano por año, que contaba con beneficiaderos y demás construcciones
necesarias para el manejo del grano.
Del conjunto construido sólo se
conserva la casa, que es del período de transición entre lo colonial y lo
republicano. Localizada en el plan, tiene una nave de un piso sobre un
basamento y corredores diferenciados tras el cierre de los extremos de la
galería periférica inicial. Sus fachadas son todas simétricas lo que, con la
sobre elevación, le da mayor dignidad. Los muros son de adobe, encalados y con
un pequeño zócalo rojo oscuro. Los pisos son de madera y la cubierta fue de par
y nudillo, a la que se agrego un cielo raso en el interior, a ras del cual se
pueden observar los tirantes y cuadrales de las esquinas, cuidadosamente
tallados, del recinto central y de uno de los de los extremos. Las barandas son
de falsos bolillos. Las zapatas y piederechos, muy parecidos en su perfil a los
de La Merced, están muy tallados, girados y con intercolumnios regulares. Unas
y otros son de color verde oscuro. Las ventanas son muy sencillas y tienen
rejas de madera. La pequeña escalinata
que baja al jardín del frente es similar a la de El Paraíso. O tal vez, al revés.
La casa fue recientemente reparada sencilla pero
cuidadosamente por la arquitecta Sandra Giovanelli. Pero es preocupante que en
Manuelita no sepan aun a que va ha ser destinada. Una posibilidad podría ser
que siguiendo el buen ejemplo de Providencia (el malo fue haber abandonado
hasta su total destrucción El Alisal) la convirtieran en museo; un museo de
Manuelita, que tanta y tan interesante historia tiene. Tambien seria factible
que al tiempo se hagan allí diferentes tipos de eventos. Si cada uno de la
docena de ingenios azucareros que hay en el valle geográfico del Rió Cauca se
apersonara de algunas de las muchas casas de hacienda, de mayor o menor
importancia, que están en sus predios o los de sus proveedores, se podrían
salvar muchas de ellas. Sería su deber.
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