Tal parece en Cali no se puede hacer
nada “nuevo” sin aprovechar para demoler algo “viejo”. Y hay quienes aplauden
en nombre del progreso. La verdad es que tenemos vergüenza de nuestras cosas
viejas y poco aprecio por las pocas antiguas que aun conservamos: la Torre
Mudéjar, la Merced, San Antonio. Tambien la traza de la villa colonial, que fue
lo único que quedó de sus viejas calles después de su ampliación sistemática
pero siempre mezquina e incompleta, pues su principal objetivo era la
“renovación” de la ciudad. Tumbazón que va para un siglo y que no parece que
vaya terminar ahora que (aparentemente) hemos evitado la desaparición en la
Calle Quinta de la última vieja alameda de las cinco que tuvo la ciudad.
La tumbazón partió de la escogencia
de Cali como capital del nuevo Departamento del Valle del Cauca, con la demolición
en 1925 de la torre mudéjar de la iglesia de San Agustín (1765), en la Cr. 4ª
con Ca. 13, para dar cabida a los carros que comenzaron a invadir la ciudad.
Aunque ya se había pasado al otro lado del Río Cali los nuevos edificios que
demandaba se hicieron en su centro tradicional demoliendo casas coloniales. Se
trataba de cambiar su imagen vergonzante de pueblo por la de una imposible
“gran” capital. Una década mas tarde vino la tumbazón que conllevo el auge
comercial de la ciudad y su rápido crecimiento con la llegada del ferrocarril
desde Buenaventura. Enseguida la ocasionada por la invasión de desplazados y
emigrantes de la Violencia, hacia mediados del siglo XX, que hizo que Cali
fuera después de San Pablo la ciudad que mas creciera en el mundo por esa
época, situación de la que entonces nos sentimos muy orgullosos ignorando que
era suicida. Pero lo peor estaría por llegar.
Para los juegos Panamericanos de
1971 se demolieron varios importantes y emblemáticos edificios, construidos
poco antes pero ya considerados “viejos”, que fueron reemplazados por edificios
modernos que por supuesto hubieran podido estar en otra parte o al lado. La
vieja Calle Quinta fue arrasada cuando se la convirtió en una amplia pero
feísima vía, sin andenes, que cercenó a San Antonio del centro antiguo de la
ciudad, el que quedo sitiado por el demoledor e inútil Anillo Central que no
llevaban a ninguna parte, lo que inició su deterioro. Un par de décadas después
el turno fue para muchas de las estupendas casas modernas de mediados del XX. Y
ahora se insiste en introducir el MIO por donde no cabe con su consecuente
tumbazón de puentes construidos hace poco, tala de árboles y demolición de
pedazos de paramentos que quedaron de anteriores ampliaciones. Desastre anunciado
desde el principio pero que solo hoy comenzamos a ver.
De la tumbazón se
había salvado San Antonio hasta que hace un mes se demolió prácticamente todo
un cuarto de manzana en la Carrera Sexta con Calle Quinta. Por quien sabe
cuanto tiempo será un feo estacionamiento cerrado con maya, totalmente ajeno al
contexto del barrio, caracterizado precisamente por sus predios angostos y
profundos que lo habían salvado hasta ahora. Supuestamente el POT impide su
subdivisión o su adición para impedir justamente lo que allí ocurrió. Pero es que la tumbazón no es un
problema económico ni legal sino cultural. No entendemos que para nosotros lo
viejo es antiguo y valioso y buscamos autenticarnos con imágenes supuestamente
modernas.
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