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Los escollos de las torres. 07.06.2007


Ojalá el ruidoso fracaso de Cartagena les haga caer en cuenta a los vivos-bobos que compran vivienda en edificios imprudentemente altos, que es toda una estupidez para ellos y un abuso para con los demás. Pero, como se ha insistido en esta columna, no es tanto por su altura misma, la que de por si trae diversos problemas, si no cuando también es innecesaria o inconveniente para el vecindario en donde se construyen y desde luego para la ciudad como un todo. Como en Bocagrande, pues tal parece que sus promotores no van a cumplir con su increíble anuncio de desarmarla para levantarla de nuevo (ya levantaron vuelo), lo que dijeron para tranquilizar a sus clientes, echándole cínicamente la culpa al viento y al calculista. Pero quizás haga falta que la Ciudad Heroica se quede con el “oso” de tener la ruina mas alta, fea, oxidada y amenazante del mundo, para que, ahí si, las autoridades municipales del resto del país abran los ojos antes y no después, como de seguro ya lo están haciendo las compañías de seguros.
            Además de problemas constructivos, como lo de Cartagena, y de mantenimiento, los hay de seguridad, sobre todo en zonas de alto riego sísmico, como Cali, y de evacuación de emergencia, en todas partes, lo que encarece las torres comparadas con edificios de menor altura. Los que serían además mas equitativos para los propietarios de lotes y mejores para sus vecinos. Las torres copan la infraestructura de servicios y las vías, las que después toca adecuar como se pueda. Alteran inconvenientemente la densidad habitacional local, de un momento a otro, pero, en la medida en que son pocas, poco contribuyen a aumentar significativamente la densidad bruta de la ciudad. Y, en el trópico, difícilmente pueden ser bioclimaticas y necesariamente consumen mas energía. En dos palabras, no son sostenibles. Además, ¿qué gracia es habitar como en un avión pero quieto, como quieto, plano y aburridor se ve el mar desde cierta altura, y sin poder abrir las ventanas ni ver la gente ni el perfil de otros edificios como si en Manhattan? Sin duda es negociar sin ética con la moda y el falso prestigio, tan caros a los nuevo ricos.
Como se ya dijo en esta columna, las altísimas torres que se van a construir en Cartagena son una amenaza para la intimidad del recinto amurallado, supuestamente protegido por ser Patrimonio de la Humanidad y básico para el turismo en el país. Y lo mismo pasa en Cali con sus ridículas “torres”, pues ni siquiera lo son, que están terminando con Normandía y que ahora la emprendieron con la parte alta de San Fernando, tapando el piedemonte y la brisa que baja de la cordillera, y saturando la Circunvalación. No es que no se puedan hacer edificios altos, solo que deben ser apropiados para el lugar que ocuparan. En Cali, por ejemplo, cabrían muchos a lo largo del corredor férreo, en donde se pude construir toda la infraestructura que demanden, con vistas sobre la ciudad y al fondo la cordillera y el atardecer, y al otro lado el valle y el sol naciente. Pero es que quien decide no es la ciudad, a través de su Secretaria de Planeación, si no unos pocos negociantes foráneos, cada uno por su lado además.


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