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Medios y ciudades. 05.10.2006


Repetía Ludwig Wittgenstein (se ha dicho desde la antigüedad) que la arquitectura es para inmortalizar o glorificar alguna cosa. “Así que mal puede haber arquitectura cuando no queda nada para glorificar” concluía el celebre filosofo vienes y arquitecto aficionado (Félix de Azúa: Diccionario de las artes, 2002). No podía prever que aqui se trataría de “glorificar” el gusto arribista y dependiente culturalmente que nos invade. Igual que los narcotraficantes tienen que lavar sus dineros ilegales, esta nueva sub cultura de nuevos nuevo ricos, lamentablemente asumida por muchos, busca ser reconocida ya vuelta puro negocio. De ahí que algunas cementeras y no pocos “promotores y constructores del momento” paguen para que se hable de grandes proyectos, aunque no tengan nada que ver con ellos, y para que se publiciten “jóvenes” arquitectos de moda pese a que rara vez ellos los contratan (informe especial: Construcción y diseño, Semana Nº 273, 25/09/ 2006). De hecho los que están en el negocio inmobiliario casi nunca mencionan a los arquitectos e ingenieros que si usan.
           ¿Cómo puede dicho “informe” destacar como si nada un insípido pero aterrador edificio de 50 pisos en Cartagena junto a la indudable importancia del Túnel de La Línea o la oportuna recuperación del Centro Histórico de Santa Marta? Evidentemente el criterio para escoger los “10 megaproyectos del momento” tiene que ver mas con la publicidad que con la construcción y el diseño. ¿Y cómo así que las constructoras (“no necesariamente las mas grandes”), son reconocidas gracias al “desarrollo urbanístico” que han llevado a las ciudades colombianas? La verdad es que muchas de ellas casi siempre las han extendido innecesariamente con antipáticos conjuntos de repetitivos y mediocres casas y edificios, encerrados como guetos, sin ocuparse de hacer ciudad, cuando no ocasionando graves problemas de movilidad como acabamos de ver en Bogotá. Para no hablar de las torres de Babel que harán no solo en Cartagena, afectando su casco histórico, sino en Panamá, como si fuera la gran cosa.
Contrasta la falta de rigor del “informe especial” con lo que dice de Rogelio Salmona el articulo de Alberto Saldarriaga incrustado allí para legitimar su condición de propaganda pagada. Maestro de maestros lo llama con justicia, insistiendo en su vieja y consistente defensa del espacio público, de la creación de ambientes significativos y de la poesía de los edificios en el paisaje. Sin embargo los “10 arquitectos de hoy” del informe no son, precisamente, seguidores de Salmona. Afortunadamente, contrario a lo que allí se sostiene, no le están “transformando la cara al país”, ni sus propuestas son “revolucionarias” ni tendrían que serlo. Las ciudades son algo mas que unos edificios de moda que pronto pasaran de moda. Lamentablemente los medios en general no se ocupan de ellas seriamente como si lo hacen con otros aspectos de la cultura. No se han percatado de que con el idioma, son la obra de arte más grande del hombre, como dijo Lewis Mumford (La Cultura de las Ciudades, 1938). Y en ellas la buena arquitectura común es fundamental. Y los monumentos de verdad, desde luego.

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