Los hombres insisten en levantar torres
de Babel. Monumentos a su soberbia y estupidez. Negocios para desplumar
incautos. Rascacielos innecesariamente altos que de tanto en tanto se
convierten en verdaderos infiernos como paso hace años en Bogotá y en días
pasados en Caracas. Solo tres años después de la terrible destrucción
transmitida a medio mundo en vivo y en directo de las Torres Gemelas en Nueva
York, prácticamente todos los proyectos de rascacielos se reanudaron por todas
partes (Time 2/8/2204). El mas alto será el Edificio Jin Mao, en Shanghai, de
Skidmore, Owings &Merril, SOM, de 421 metros y pronto a terminarse, lo
mismo que la Torre T&C en Kaoshiung, de 347 metros, la Torre II de Baiyoke
en Bangkok, de 320, y el Jubilee Street/Queens Road Central en Hong Kong, de
292 metros. Como se ve, los chinos, como todos los nuevo ricos, quieren ser mas
altos.
Incluso
el MoMA de Nueva York le dedico una exposición a este invento norteamericano
por excelencia, Tall Buildings, abierta hasta septiembre, en la que se
mostraban, con la curaduría de un conocido ingeniero estructural y de Terence
Riley, el curador jefe de diseño y arquitectura del museo, 25 modelos, algunos
de mas de cuatro metros de alto. Entre ellos estaban los proyectos de David
Childs, de SOM, para la Torre de la Libertad, que se lo quitaron a Daniel
Libeskind, y que “remplazará” a las Torres Gemelas; el de Renzo Piano para la
nueva sede del New York Times; el de Sir Norman Foster para firma Swis Re en
Londres; y los de Santiago Calatrava para Malmö, en Suecia, y para el bajo
Manhattan. Tambien estaba Arcos Bosques Corporativo, el nuevo y espantoso
rascacielos de Ciudad de México, de Teodoro Gonzáles de León, Francisco Serrano
y Carlos Tejada.
Pero
mientras todos estos rascacielos son de arquitectos de renombre internacional y
recurren a tecnologías avanzadas para ser cada vez mas resistentes, seguros y
ecoeficientes, en países como el nuestro nos contentamos con torrecitas de 17
pisos que penas alcanzan el purgatorio pero en cambio invaden los cielos que
son nuestros patios. Solo buscan exprimir lotes en donde había antes una sola
casa con jardines y patios, sin considerar para nada que la infraestructura de
servicios públicos y la de las calles que les dan acceso siga siendo la misma.
Que paguen el pato los tontos que sucumben a su supuesto prestigio y los
vecinos que se quedan sin andenes ni vías suficientes, sin brisas que refresquen,
ni vistas, teniendo que mirar en cambio sus culatas por que aquí ni siquiera se
les exige que sean exentos.
Pero
lo peor de todo son esos ridículos enanos de cuatro, seis u ocho pisos llenos
de mármoles, vidrio espejo y balaustres ordinarios pintados de blanco que
brotan en todos nuestros pueblos destruyendo irremediablemente su unidad y
belleza, y que deberían ser otra razón mas para que exijamos la legalización de
las drogas y evitarnos sus daños colaterales que son muchísimo peores que la
drogadicción que por supuesto debería tratarse como un problema de salud
publica. Enanos ridículos pues vale entre nosotros la afirmación que Don José
Ortega y Gasset hiciera para la Europa de hace 60 años, a las puertas del
fascismo: "Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose
vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone
donde quiera”.
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