Pensar que con solo no hacer ahora los
terceros carriles en las calzadas laterales de la Calle Quinta se salvará su
alameda es una falacia. De lo que se trata es de recuperarla, sembrando nuevos
samanes, pues ya había sido muy deformada por las torpes ampliaciones viales en
el viejo y muy bello bulevar que existía desde el Parque de los estudiantes
hasta la Universidad del Valle o mas allá, que los caleños de ahora no
conocieron y que los de antes olvidaron de tanto ir a Miami. Lograr que “solo”
se eliminen 34 árboles puede ser una victoria pírrica, además de que hasta la
Calle 10 serán muchísimos mas, no tan importantes como los samanes pero al fin
y al cabo árboles. Desde ya hay que tomar las medidas necesarias para que un
próximo Alcalde, sordo a las protestas que probablemente los defensores de lo
verde harán nuevamente, no acometa, apoyado por los adoradores de los carros,
la “obligatoria” ampliación de dichas vías para solucionar el problema del
trafico que desplazará el MIO. Aspecto este que poco se ha considerando aquí
pese al retroceso que el TransMilenio significo en este aspecto para Bogotá.
Ya va para mas de tres semanas que
en menos de tres días desaparecieron de la faz de San Antonio tres o mas casas
en la esquina de la Calle Quinta con Carrera Sexta, en las narices de todos,
sin que nadie se diera por enterado de esta nueva, ignorante y taimada práctica de la estrategia del caracol, tan
querida por tantos colombianos dados a la trampa. Desde luego que ante este
nuevo y lamentable hecho cumplido lo importante y urgente ahora es debatir que
es lo que se pretende hacer allí. Pero por supuesto no sobra que el Señor
Alcalde nos informe quien dio el permiso de demolición y por que sus
colaboradores que tienen que ver directamente con el asunto, como lo son los
responsables de Planeación y Control Físico, no han dicho nada aun como si no
fuera con ellos. También sería muy útil saber que piensan al respecto la
Sociedad de Mejoras Publicas, casi vecina del lugar, y la Cámara de Comercio,
por ejemplo, que cuenta con una sub sede en San Antonio y que tanto ha hecho
por el barrio. La Filial del Valle del Consejo de Monumentos Nacionales y la
SCA están en mora de liderar pronto un foro al respecto.
Pensar que el Aeropuerto se
mejoraría con solo darlo en concesión fue por lo menos ingenuo. Lo que hay
ahora sigue siendo, en general, una verdadera vergüenza, como lo es su insólito
salón de belleza en pleno vestíbulo principal. Ruidoso, incomodo, confuso,
vulgar y feo, nuestro aeropuerto es sin duda una de las caras de Cali. Para
principiar, habría que devolverle su nombre original, como en un ritual de
borrón y cuenta nueva pues que flaco homenaje se le hace a Alfonso Bonilla
Aragón, quien lidero su construcción, al insistir en identificarlo con el
esperpento que se volvió su loable
empeño. En segundo lugar, que se abandone esa información ridícula que dan en
los aviones, confundiendo a los extraños, de que están aterrizando en el
aeropuerto de Palmira “que sirve a la ciudad de Cali”. Y, tercero, hay que
concebirlo como un aeropuerto regional que se conecte con Palmira y Cali por
otro medio además de la carretera; el Mío debería llegar hasta allá y La Recta
ser una verdadera autopista. Solo entonces se podrá acometer de verdad su
verdadera reforma; por medio o no de su concesión.
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