Además de la dificultad de dibujar
espacios y no apenas volúmenes, cómo representar en planos un ambiente
arquitectónico. ¿Cómo dibujar la resonancia de un recinto, o su luz o penumbra
o la brisa que pasa ¿Qué de los muebles y objetos diversos que lo llenan? ¿Qué
de las personas que lo ocupan? ¿Y los sonidos? ¿Y los olores? Todo toca imaginarlo para
poderlo “tocar” y después ¡escribirlo! para luego leerlo y releerlo.
Y ni se diga la imposibilidad de
representar los recorridos y estancias a lo largo del tiempo de los diferentes
usuarios (niños, jóvenes, adultos y viejos, mujeres y hombres), y en muy
distintas circunstancias (sanos, enfermos o impedidos), en un entorno que
cambia de imagen (de noche o de día) y de actividad (ya sean ocupados o
desocupados) todo el tiempo; hay que decirlo y proceder a escribirlo para no
olvidarlo.
Y es muy difícil dibujar
transparencias y reflejos, y casi imposible hacerlo con el agua que murmura y
da frescura y placidez. Todos ellos sensaciones, evocaciones, encantos,
embrujos y asombros propios de todo ambiente arquitectónico, y la única manera
de describirlos es en una memoria escrita al mismo tiempo que se adelanta con
dibujos el proyecto, cuyo nombre precisamente indica que es para no olvidarlos.
Para componer el proyecto de un
edificio o de un espacio urbano, es imprescindible hacer y rehacer los
diferentes tipos de dibujo que lo representan, y hacer los cambios que cada uno
de ellos genera en los otros, y poner suficientes notas escritas en ellos,
concisas y claras, para lo que no se puede dibujar, las que a su vez alimentan
la memoria mencionada que debe acompañar siempre los dibujos para mantenerlos a
raya.
Cómo, si no es dejándolo por escrito,
se puede entender que lo que es
cierto en el trópico es que la arquitectura es el juego sabio, correcto y
magnífico de los volúmenes, pero no bajo la luz del Sol, como dijo bellamente
Le Corbusier, si no bajo la acogedora sombra como concluye con mucha razón el
arquitecto panameño Ariel Espino, e incluso sería mas apropiado en este caso
decir ambientes y no volúmenes.
Y hablando de temperatura, Goethe definía metafóricamente
a la arquitectura como “música congelada” (solidificada había dicho
Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling). ¿cómo
dibujarla? Pues como dice un poema áulico en la sala de las Dos Hermanas en
la Alhambra, y se podría repetir para muchas obras maestras de la arquitectura
en el mundo, su "bella estructura ha pasado ya a proverbio, y (su justa]
alabanza está en los labios de todos" cuya caligrafía si es dibujada.
Y para poner a
hablar a las ciudades, que tienen tanto que decir, hay que escribir sobre ellas
y hacerlo desde otra ciudad, la propia, mas hacerlo considerando la advertencia
implícita en los versos de Don Francisco de Quevedo (1580-1645) el gran poeta
del Siglo de Oro Español: Buscas en
Roma a Roma, oh peregrino, y en Roma misma a Roma no la hallas: cadáver son las
que ostentó murallas y tumba de sí propio el Aventino.
Para escribir, decía
Oscar Wilde, solamente hay dos reglas: tener algo que decir y decirlo. Y en
arquitectura si que vale la pena escribir lo que se quiere construir antes de
proyectarlo para no caer bajo el dominio del dibujo, el cual es apenas un medio
y nunca debería ser un fin como suele pasar sobre todo entre los estudiantes y
los malos profesores que no diseñan…ni escriben ni leen, y que ni siquiera
dibujan.
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