En San
Antonio, en la Calle 3ª con Carrera 9ª, se encuentra uno de los sitios mas
bellos de Cali. En tres de sus esquinas hay viejas casas que, junto con las que
les siguen calle abajo, presentan gruesos muros de adobes, con unas pocas
puertas de madera y casi ninguna ventana, totalmente encalados, y sombreados
por los aleros de recias techumbres ocres que contrastan contra el cielo.
Y sin
duda el conjunto de la Merced, la iglesia, su torre y su convento, también
blanco y ocre, y con pocos vanos, y la estrecha calle, cerrada por arriba por
los aleros, que forma con la casa del Episcopado, es otro de los mas bellos.
Como lo eran igualmente blancos y bellos la iglesia, la torre y el convento de
San Agustín en la Calle 4ª con la Carrera 13, donde estuvo el Colegio de Santa
Librada.
Y a la bellísima Torre
Mudéjar cómo le hace falta el blanco de la larga fachada lateral de la iglesia,
hoy llamada de La Inmaculada, con apenas una sencilla puerta de madera, junto
con el revoque blanco de la fachada renacentista de San Francisco, que se ve en
las fotos de Alberto Lenis antes de que todo fuera modificado por el maestro
Luis Alberto Acuña cuando la intervino para los 400 años de Cali.
La blancura pura de la arquitectura de
Andalucía y Extremadura se repitió en el Nuevo Mundo de California a la
Patagonia, en especial en la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, separada de
sus cielos lechosos por el ocre de las techumbres. En el valle del río Cauca el
encalado se comenzó a usar apenas a mediados del siglo XIX, para desinfectar,
limpiar y aclarar, después se generalizó con el neoclásico y el blanco del
“pueblo español” promocionado en la Exposición Internacional de Barcelona de
1929.
Su uso continuó a mediados del siglo
XX con la llegada casi simultanea del Español Californiano, el Neo Colonial y
la arquitectura moderna, difundida en el mundo por los Congresos
Internacionales de Arquitectura Moderna, CIAM, inspirada, en cuanto al color,
en el blanco prístino de la arquitectura nativa de las islas griegas del
Mediterráneo, que allá contrasta con el azul de sus cielos y aquí con el verde
de la vegetación y las montañas.
El blanco es purificador infunde sencillez, ingenuidad, armonía y paz, es el color de la luz solar, no descompuesta en los colores del espectro, y su
luminosidad propia o reflejada es intensa. Es acromático,
de claridad máxima y oscuridad nula Su uso minimizaría el caos visual de
nuestras ciudades pues unifica y neutraliza, sin llegar a la monotonía, ya que
permite que otros colores se destaquen junto a él.
Las fachadas
blancas ayudarían a reducir la necesidad de aire acondicionado, y crearían un ambiente
urbano mas fresco en el clima templado usual
de la ciudad e incluso en los calores como los de estos días. Y
los interiores blancos permitirían aprovechar mejor la luz natural, mermando el
costoso y excesivo consumo de energía en los
edificios y por ende los gases de efecto invernadero.
Ya lo dijo Alvar Aalto influido por sus amigos Paul Cézanne y Fernand Léger: el blanco es
el único color a utilizar en la arquitectura…o el propio de los materiales naturales;
como la madera. “El blanco es terrible en su pureza; su piel es de cal. Es la
realidad sin mentira. El negro es lo que piensa el blanco cuando esta dormido y
la sombra es lo suave” sentencia Omar Rayo. Piénselo.
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