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Arquitectura y clima. 21.03.2013


            Como dice con razón Andrés Felipe Jaramillo Salazar  “los elementos de la mal llamada arquitectura bioclimática, son abióticos […] Aire, Sol, Viento, Sombra, Barreras, en fin, una que otra planta” (El País, Vie, 03/01/2013 - 11:33pm), y añade que toda arquitectura debiera ser amigable y armónica con el clima. Y desde luego llamarla bioclimática, y que ahora es una muletilla de moda, pues, como dice Jaramillo, lo que vende es lo verde, lo “bio”. Lo que es tan equivocado como llamar “piel” a fachadas que ni siquiera funcionan de manera similar, que fueron las que dieron origen a denominarla así. Pero de lo que se trata es de volver a tener iluminación y ventilación, o calefacción, naturales. Por eso mismo no pocos insisten en que a la arquitectura mal llamada bioclimática se la designe como arquitectura sencillamente.
            El hecho es que la (mal) llamada arquitectura bioclimática “consiste en el diseño de edificios teniendo en cuenta las condiciones climáticas, aprovechando los recursos disponibles (sol, vegetación, lluvia, vientos) para disminuir el impacto ambiental, buscando reducir los consumos de energía” (wikipedia.org/), pues ahora los edificios son responsables de la mitad o mas del consumo de energía, siendo los principales causantes, aunque indirectos, del cambio climático (S. y S. Behling, Sol Power, 1996). Un edificio bien diseñado, y no apenas “estilado”, como abundan ahora, puede conseguir un gran ahorro e incluso llegar a ser totalmente sostenible, contribuyendo al bienestar general del ser humano, y no apenas el termofisiólogico. Similar a un sistema biológico que se mantiene diverso y productivo con los recursos de su entorno, que fue lo que dio origen a llamar mal a la arquitectura que usa sistemas pasivos de climatización e iluminación.
            Mas lo que es mas importante –y urgente- de todo esto, es que hay que verlo desde la perspectiva de la prosperidad humana. Según el Informe Brundtland, elaborado en 1987 para la ONU, por una comisión de distintas nacionalidades, y encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland, Primer Ministro de Noruega por esa época, el  desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las de las futuras generaciones, de donde el uso de los recursos no renovables debe ser lo más eficiente posible. Lo que sin duda implica un cambio sustancial en cuanto a la idea de sostenibilidad ecológica, el contexto económico y social del desarrollo, el crecimiento de la población y la correcta arquitectura de las nuevas construcciones necesarias para la vida humana.
            En el trópico del valle del río Cauca, con un clima benévolo y doce horas de luz todos los días, sería fácil lograrlo, como lo demuestra la arquitectura colonial y de tradición colonial que queda. Su tipología de patios y solar, propia de barrios como San Antonio, se remonta al gran templo de Amón, en Karnak,  mas de 4.000 años atrás (grandes patios, como pequeños desiertos, seguidos de grandes salas hipóstilas, como pequeños oasis). Y los corredores habitables y los recintos muy cerrados de las casas de hacienda de la región son otra versión de la misma tipología. Pero como nos seduce tanto lo de afuera, y lo norteamericano sigue “in”, seguimos poniendo vidrios y eliminado aleros. Y diciendo sustentable en lugar de sostenible y arquitectura bioclimática en vez de arquitectura apropiada y de ahí propia.

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