Como dice con razón Andrés Felipe Jaramillo Salazar
“los elementos de la mal llamada arquitectura bioclimática, son
abióticos […] Aire, Sol, Viento, Sombra, Barreras, en fin, una que otra planta”
(El País, Vie, 03/01/2013 - 11:33pm), y añade que toda arquitectura debiera ser
amigable y armónica con el clima. Y desde luego llamarla bioclimática, y que ahora es una muletilla de
moda, pues, como dice Jaramillo, lo que vende es lo verde, lo “bio”. Lo que es tan equivocado como llamar
“piel” a fachadas que ni siquiera funcionan de manera similar, que fueron las
que dieron origen a denominarla así. Pero de lo que se trata es de
volver a tener iluminación
y ventilación, o calefacción, naturales. Por eso
mismo no pocos insisten en que a la arquitectura mal llamada bioclimática se la
designe como arquitectura sencillamente.
El hecho es que la (mal) llamada arquitectura bioclimática “consiste en el diseño de edificios
teniendo en cuenta las condiciones climáticas, aprovechando los recursos
disponibles (sol, vegetación, lluvia, vientos) para disminuir el impacto ambiental, buscando
reducir los consumos de energía” (wikipedia.org/), pues ahora los edificios son
responsables de la mitad o mas del consumo de energía, siendo los principales
causantes, aunque indirectos, del cambio climático (S. y S. Behling, Sol Power, 1996). Un edificio bien
diseñado, y no apenas “estilado”, como abundan ahora, puede conseguir un gran
ahorro e incluso llegar a ser totalmente sostenible, contribuyendo
al bienestar general del ser humano, y no apenas el termofisiólogico. Similar a un sistema biológico que se mantiene diverso y productivo con los
recursos de su entorno, que fue lo que dio origen a llamar mal a la
arquitectura que usa sistemas pasivos de climatización e iluminación.
Mas lo que es mas importante –y
urgente- de todo esto, es que hay que verlo desde la perspectiva de la
prosperidad humana. Según el Informe Brundtland, elaborado en 1987 para la ONU, por una
comisión de distintas nacionalidades, y encabezada por la doctora Gro Harlem
Brundtland, Primer Ministro de Noruega por
esa época, el desarrollo
sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin
comprometer las de las futuras generaciones, de donde el uso de los
recursos no renovables debe ser lo más eficiente posible. Lo que sin duda implica un cambio sustancial en cuanto
a la idea de sostenibilidad ecológica, el contexto económico y social del
desarrollo, el crecimiento de la población y la correcta arquitectura de las
nuevas construcciones necesarias para la vida humana.
En
el trópico del valle del río Cauca, con un clima benévolo y doce horas de luz
todos los días, sería fácil lograrlo, como lo demuestra la arquitectura
colonial y de tradición colonial que queda. Su
tipología de patios y solar, propia de barrios como San Antonio, se remonta al
gran templo de Amón, en Karnak, mas de 4.000 años atrás (grandes patios, como
pequeños desiertos, seguidos de grandes salas hipóstilas, como pequeños oasis).
Y los corredores habitables y los recintos muy cerrados de las casas de
hacienda de la región son otra versión de la misma tipología. Pero como nos
seduce tanto lo de afuera, y lo norteamericano sigue “in”, seguimos poniendo
vidrios y eliminado aleros. Y diciendo sustentable en lugar de sostenible y
arquitectura bioclimática en vez de arquitectura apropiada y de ahí propia.
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