Dice un lector de esta columna
(lamentablemente anónimo) pero al parecer interesado en el tema de la cultura,
bienvenido sea, que “no cree en eso de la "música culta" puesto que
todas las músicas son producto de las culturas en las que nacen; es decir son
el resultado de la interacción del ser humano (en este caso el músico, formado
o no), con su medio natural.” Con su medio cultural, ha debido decir, pues
precisamente la cultura es para el hombre lo que la naturaleza a los animales,
como lo pensaba Ortega y Gasset. “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la
salvo a ella no me salvo yo» escribió en Meditaciones del Quijote, 1914. Tal cual.
Pero el hecho simple es que, como se puede leer rápidamente en Wikipedia, la llamada música culta,
artística, académica, o «docta», es sencillamente como se denomina a la que
surge en Europa como expresión artística y cultural. Sus inicios escritos se remontan a la época medieval, pero toma reminiscencias de la música de otras culturas como Egipto, Mesopotamia,
y sobre todo la antigua Grecia,
ya que los romanos
dieron poca importancia a la música, desde los que fue evolucionando a través
de numerosas y heterogéneas épocas, hasta la época contemporánea.
Así
mismo afirma el lector de marras que no existe
"arquitectura culta" o "arquitectura inculta", ignorando que la primera se trata apenas de
una simple clasificación, y que arquitectura inculta es como la que abunda en Cali. Amos Rapoport, en su libro Vivienda
y cultura, 1969, establece tres categorías para la
arquitectura: la primitiva, la vernácula y la culta, advirtiendo que no
constituyen una división cerrada sino un esquema referido a algunos aspectos
fundamentales, y que las fronteras entre una u otra son a menudo imprecisas y
las influencias actúan, de hecho, en todas direcciones. Y por supuesto hay
variaciones sobre esta categorización, no por ello no aceptada comúnmente, y se
podría agregar la popular, tan de ahora en las ciudades.
Por
último dice el lector anónimo “que eso
de "personas cultas", "músicas cultas" es solamente
discriminación con las procedencias de otras culturas”. ¿O será mas vale que oculta, a lo
mejor sin saberlo, que antepone excluyentemente lo
culto a lo popular y lo universal a lo regional, como es recurrente hacerlo en
esta ciudad? Y de allí que sea pertinente descorrer
el velo que cubre su idea de cultura, pues probablemente se trate de un
prejuicio: una opinión previa, por lo general desfavorable, acerca de algo que
se conoce mal. Lo que puede ser peor que desconocerlo
del todo, que es justamente lo que suele pasar aquí.
El caso es que las llamadas personas cultas son las que
tienen estudios, lecturas, viajes y experiencias, precisamente de varias
culturas y épocas, y por lo tanto de sus manifestaciones primitivas,
vernáculas, populares y “cultas”. Incluso se habla de “alta cultura” cuyo uso más común es la valoración de ciertos
productos artísticos y culturales, especialmente obras de arte, literarias y musicales, para ponderarlos como los de más alta estima, diferenciándolos de lo popular o lo kitsch, pero no peyorativamente, es decir que no indica una idea
desfavorable. E igualmente se habla de “gran” arquitectura,
en el mismo sentido, como en el libro de Jhon Julius Norwich, Gran arquitectura del mundo, 1975.
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